23 de septiembre de 2011

Cinco casos en los que un buen vino se convierte en la causa de malestar

 Un lector del blog me recordó esta nota que publiqué hace dos años. Dijo que el tercer punto era el que más lo identificaba. Y a vos, ¿qué cosa te amargó el vino?


El vino no siempre causa placer. Existen ciertos raros momentos en que la mejor bebida nos depara los peores ratos. Ratos en los que uno preferiría ser bebedor de sosas aguas saborizadas a un amante del rojo producto de la vid. Así es esta pasión.
Si como dijera Sigmund Freud al dar sus primeros pasos en la teoría psicoanalítica, a los humanos nos mueve la búsqueda del placer, cada vez que descorchamos y obsequiamos una botella nos vemos motorizados por ese principio universal esbozado por el padre del psicoanálisis.
¿Pero qué sucede cuando las cosas marchan mal? ¿Qué, cuando uno no encuentra el placer que buscaba? ¿Debiera ir al analista y contarle que tal botella estaba picada y que eso despierta una agria frustración de la infancia? ¿O que el olvido del sacacorchos en el auto, cuando el picnic es a cuatro kilómetros de caminata, es en realidad una negación que se arrastra por los bajofondos del yo? Para pasar el mal rato, lo que sigue es un compendio de cinco los cinco peores ratos en la vida del amante del vino. Seguro has estado alguna vez ahí.

La vanidad herida. En un esfuerzo de producción compraste una botella cara, con carenado lujoso y precio de nube. Para lucir esa porción de la vanidad que el dinero excita en las personas, invitás a una pareja a cenar a casa y al descorchar la botella –un chileno Almaviva 2006, por ejemplo, más de 150 dólares la botella- no hay forma de ocultar que el vino no es puro placer. Todos lo elogian por caro, pero en tu corazón hay un sentimiento de estafa que late con fuerza. Por supuesto, nadie dirá que está mal, pero será difícil remontar la cuesta de la vanidad herida en la billetera.

La impaciencia como método. Un amigo del alma te regaló una botella que vos guardaste con celo cinco temporadas a la sombra. Y ahora, al fin, encuentrás el momento indicado para descorcharla. Al abrirla, un tufo de moho, betún y chispazos metálicos te alertan que algo no anda bien con el vino. Un sorbo despeja todo duda y la verdad es inapelable: está acabado. A la frustración primera sigue la ira, ira que deberás atemperar con unas clases de yoga si no querés sacar turno en el analista la semana entrante.

La botella equivocada. Sucede en cualquier reunión hogareña, cuando la gente no se conoce del todo. Uno llega con la mejor botella que es capaz a una cena –el Gran Vin 2005, de Fabre Montmayou, por ejemplo- y resulta que los dueños de casa no la abren y la encanutan para después, y a cambio ofrecen dos botellones de Valderrobles. O peor, la beben sin prestarle la menor atención, incluso «sodeado» para usar la expresión del enólogo Ángel Mendoza. Y entonces a uno le brota la psicosis como una enredadera en el alma y se jura y perjura que de aquí en más llevará Finca Los Quiroga a donde quiera que lo inviten.

El cuento del tío. A menudo uno quiere congraciarse con el médico, el abogado o el cliente. Las relaciones humanas son así. Entonces les caés un día con una botella de Petit Caro, que leíste por ahí que era uno de los vinos más sabrosos del mercado. Y no va que el tipo lo recibe cordialmente, pura sonrisas, y muy suelto de cuerpo te cuenta que es abstemio por principios morales, religiosos o simple mal gusto. Ahí es cuando no hay marcha atrás: viendo alejarse la botella, que sabés morirá en una vitrina en la casa equivocada, la sensación es de bronca. Como si nos acabaran de hacer el cuento del tío y le dejaran el fajo de papel mientras el otro se lleva el  dinero.

La ley del gallinero. En nuestro mercado todos beben Malbec, algunos admiten que prefieren el Cabernet y los sofisticados proponen el Pinot Noir ante todo. Vos sos alguien sofisticado y en un almuerzo con el gerente general de la empresa que acaba de llegar de Buenos Aires proponés uno vino para darle color local al meeting: Barrel Fermented 2007 de Schroeder, que sabe es sofisticado y grato. Al beberlo, sin medias tintas el gerente opina que le falta color, que le hubiera gustado un cabernet cojonudo y que, si no se ofende, va a pedir un tinto lija. ¿Cómo? Intentás explicarle que el Pinot es la suma de la suavidad, pero ya no hay caso: es la frustrante ley del gallinero. Y esa noche, cocido en el calor de su insomnio,pensás  que es hora de independizarte y montar un negocio la mañana siguiente.

Esta nota fue publicada en La Mañana de Neuquén el 28 de junio de 2009.

5 comentarios:

Rumbovino dijo...

Buenísimo Joaquín!! Nos reímos un montón.. la verdad que de alguna manera nos sentimos identificados con casi todos, pero la tercera opción la vivimos en carne propia!! Llevamos un vinazo a una cena (obvio que queríamos probarlo) y nos hicieron el cambiazo sin opción a queja... terrible! Decí que el que pusieron estaba bueno y no lo habíamos probado ! Qué desazón! Un saludo y muy linda nota!

Luz dijo...

1. Màs que vanidad herida diría que en este caso billetera no mata galán?
2. Soy tan impaciente que no podría esperar tope (15 días) y sì seguro que podrìa perdonar a mi amigo que me regalo semejante joyita picada!
3 Aclaro al llegar yo yo lo descorcho!! lo gritooo por si no los conozco bien mejor prevenir!!! y si insisten en darme ese vinito tobara les digo con mi mejor sonrisa mejor tomemos el que traje !!!
4 En este caso no tengo excusas si puede pasar tal cual lo describes!!! Me identifico :)))
5. Verdad coincido no hay mal que por bien no venga, no hay que tirar perlas a los chanchos!!!
saludos y gracias muy divertido el post!

Joaquin Hidalgo dijo...

Rumbovinos, Luz,

Gracias por sus valientes testimonios!

Salú!

Fabian Mitidieri dijo...

EXCELENTE lo del Pinot Noir!!!!! todavía me río con tu anécdota!!!! Independizate y ponete un restó que yo voy y te llevo de regalo un buén PN Patagónico. Lo del Grand Vin de Fabre es tal cual, un día llevé a una casa un Enzo Bianchi y un loco le puso Fanta Naranja!!!! Le digo: mirá que ese es un gran vino y el idiota me responde: no sabes como queda con fanta!!!!
Saludos

Joaquin Hidalgo dijo...

Fabián,

qué desgracia la Fanta con Enzo... ahora, intratable el "el no sabés cómo le queda"!

Abrazo!