21 de enero de 2010

el doble de John Lennon




Para él, haciendo el papel de John, lo peor era llegar a viejo. Cómo podría un doble de los Beatles que ocupara precisamente el lugar de John llegar a viejo. Se suponía que uno debería morir, no sé, digamos en la puerta del Botánico o bajo las arcadas de los trenes en la estación Pacífico de Palermo. Pero no venir a morirse de viejo si se era el líder de los Beatles.
Y esa pregunta Emiliano se la hacía todos los días. Al salir de la ducha, cuando observaba las medias emparejadas sobre la cama y pensaba que Yoko quedaría tan sola, sobre la cama, y la veía a ella también tendida dibujando el cuerpo firme bajo las sábanas. La recorría de los pies a la cabeza. Luego daba vueltas a la habitación comprobando que envejecía y que pronto le llegaría su hora.
Era frente al espejo que pensaba en el funeral. No en un funeral cualquiera, en la Chacarita. Sino en aquel con limousinas negras y coronas del tamaño del Citroen 2CV colgadas en los autos negros y brillantes que lo conducían al cementerio. Pensaba en su asesino. Y sentía pena por el papel que le tocaría, el del villano, que acababa con la leyenda matando al cuarto Beatle, al mosquetero que dio vida a Paul, Ringo y George.
El caso de los otros era bien distinto. Bien distinto. Y lo sabía.

16 de enero de 2010

¿ABC1?




Argentina, si por orden y decreto de los gerentes de marketing fuera, sería un país donde todos, absolutamente todos, ganaríamos unos cien mil pesos año y tendríamos acceso a cualquier consumo. Al menos eso sucede cuando se conversa con ellos acerca de quiénes son los consumidores de vino. Y eso que las estadísticas desmienten toda aspiración: con menos del 1% del mercado en vinos por arriba de 15 pesos, las conversaciones del ABC1 se parecen más a un chiste de mal gusto.

Un fenómeno parecido ocurre en USA, según comprobé hace unos años. Había conseguido una cita con un importador de vinos del medio oeste, en un intento por instalarme un tiempo más por esas tierras. Quedamos en un restaurante del centro de Milwaukee, una ciudad de millón y medio de habitantes sobre el lago Michigan. Mi hermano Juan vivía allí y conocía bien el restaurante.

Como muchos de los restós en esa latitud este era un rejunte de estilos en los que el neón de los ochenta convivía a la perfección con el base ball de la temporada y unas recién estrenadas rosas de plástico chinas (rociadas con gotas también de plástico) de buena imitación.

El tipo llegó unos minutos tarde. Y mientras lo esperábamos con Juan observamos la gente alrededor. Se suponía que este era un sitio de vinos y al menos así parecía decirlo la carta y lo había afirmado el importador. Pero en ninguna mesa había más que algún Zinfandel o Chardonnay sudando en su frapera. Si dábamos crédito al precio de las comidas y las bebidas, en ese momento todos aspirábamos a ser ABC1 a la americana.

Cuando apareció el fulano, llevaba un estuche de cuero y parecía venir de hacer trámites bancarios en el microcentro porteño. Recordé, en ese momento, que todos los importadores que conocía –y eran varios– tenían más o menos el mismo aspecto y me olvidé del asunto.

Lo primero que dijo es que sólo buscaba vinos para el segmento ABC1 que pudieran venderse en el supermercado en forma masiva. Confundido, pregunté:

-¿A qué le llama específicamente ABC1?.

El tipo sonrió con media boca, como sólo un comerciante sabría hacer. Lo segundo que dijo fue:

-All’Bout Chardonnay.

Ahora caigo en la cuenta de que el comercio del vino –por suerte para todos– en buena medida está en manos de mercaderes natos como este, gente que no tienen escrúpulos en llamar a las cosas como las necesita. Gracias a esta mezcla de intereses francos y creados, el vino sobrevive a los gerentes de marketing. Salud a estos hombres de cartuchera en mano, que portan pocos papeles, tienen el trato ágil y la mente veloz.

Por supuesto, la operación que pensábamos hacer murió con el primer brindis, cuando el tipo comprendió que yo, de comerciante, tenía la misma pasta que él para cronista. Cuando nos supimos a mano, la conversación fluyó entretenida y el Zinfandel Rosé bien frío que bebimos, hay que decirlo, estuvo a la altura de aquel verano caliente con rosas que no se derretían por nada.

Las aventuras del Chico Metáfora (más fotografías de más dibujos)

Algunos otros dibujos de este personaje que ya vive y que, como Pinocho, habla con los grillos, miente y sólo piensa en divertirse viendo el mundo como le gusta. Espero no terminar como Gepetto, dentro de cierta Moby Dick, escribiendo cartas a nadie y pidiendo rescate a los personajes que me habitan. Pasen y vean...





Aquí el Chico metáfora imagina los bombos peronistas.






















Acá es cuando vio por primera vez a Luz Mercurial. Fue en el Subte, cuando era chiquito y desde tan abajo le daban miedo las piernas de los grandes.