21 de enero de 2010
el doble de John Lennon
Para él, haciendo el papel de John, lo peor era llegar a viejo. Cómo podría un doble de los Beatles que ocupara precisamente el lugar de John llegar a viejo. Se suponía que uno debería morir, no sé, digamos en la puerta del Botánico o bajo las arcadas de los trenes en la estación Pacífico de Palermo. Pero no venir a morirse de viejo si se era el líder de los Beatles.
Y esa pregunta Emiliano se la hacía todos los días. Al salir de la ducha, cuando observaba las medias emparejadas sobre la cama y pensaba que Yoko quedaría tan sola, sobre la cama, y la veía a ella también tendida dibujando el cuerpo firme bajo las sábanas. La recorría de los pies a la cabeza. Luego daba vueltas a la habitación comprobando que envejecía y que pronto le llegaría su hora.
Era frente al espejo que pensaba en el funeral. No en un funeral cualquiera, en la Chacarita. Sino en aquel con limousinas negras y coronas del tamaño del Citroen 2CV colgadas en los autos negros y brillantes que lo conducían al cementerio. Pensaba en su asesino. Y sentía pena por el papel que le tocaría, el del villano, que acababa con la leyenda matando al cuarto Beatle, al mosquetero que dio vida a Paul, Ringo y George.
El caso de los otros era bien distinto. Bien distinto. Y lo sabía.
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