29 de noviembre de 2011

7 modelos de bebedor de vino con los que es mejor no toparse

En el mundo del vino hay de todo: desde gente extraordinaria a unos tipos impresentables que es mejor no tenerlos cerca. De todas las clases de bebedores de vinos, los que van a continuación son los más insoportables.

 La foto la tomé prestada, vía google, del sitio al que linkea... una licencia poética.

Como en todo mundillo, en el del vino hay ciertos personajes que encarnan las virtudes y miserias humanas como ningún otro. Están los que expresan las virtudes de la amistad, lo mejor de las relaciones y también el gusto refinado; pero también abundan los que no convidan, los que refriegan conocimiento, los que desprecian y los que se ponen paranoicos, entre muchos más. En esta nota pasamos revista a siete de los más molestos bebedores de vino.

El “canuto”: amarretes hay en todas partes, pero con el vino se da el raro caso de los que comparten sin compartir o, como se dice en al calle, encanutan la botella frente a los demás. Conocemos al menos dos ejemplos clásicos: el que se lleva la botella a una cena, la ponen debajo de la mesa y, con cierto disimulo, se sirve sin convidar; o bien los que esconden una botella en la cocina y van furtivamente a llenarse la copa, mientras el resto bebe lo que hay sin enterarse del tesoro. El pecado de este bebedor es creer que los demás no entienden ni saben de vinos, y que por eso no merecen probar su botella.

El Fundamentalista: neurótico, es el tipo de consumidor que no come, que no brinda y que no comparte si no es con vino. Tiene a su favor la devoción. En su contra, que puede llegar a ser pesado como dos vacas en brazos a la hora de sentarse a la mesa. Es el que siempre sabe y alecciona acerca de cómo se sirve, cómo se bebe y de qué manera se acompaña cada vino, ya que se cree poseedor de una conciencia superior igual que un mal profeta. En sus versiones light, provoca la misma ternura que un burro empacado.

El bebedor vale todo: es el tipo de consumidor que toma cualquier cosa, indiscriminadamente, mientras que tenga alcohol. Un ejemplo típico de esta dolencia, sería: se descorcha la botella con él al lado, y una vez que se le sirve y se reparte a los demás, vuelve a estar junto a la botella en el momento en que está a punto de quedar vacía y pide nuevamente que le sirvan. La parte molesta de este consumidor es el atropello y el egoísmo y la distancia que lo separan de un bom vivant.

Complot etílico: la desconfianza argentina por el desfalco y el cuento del tío ayuda a perfilar este tipo de bebedor de vino, que no cree en el producto, que no cree en sus bondades y que no cree, al cabo, en la gente que hace, produce y consume vinos. Es del tipo conspirativo, que piensan que detrás de todo se mueven intereses que quieren engañarlo y que, en el fondo, le sirven de excusa para no probar nada nuevo: su paranoia es que el gerente de marketing, con la anuencia del enólogo y el bodeguero, buscan estafarlo. Jamás cambia de marca. Y al final pierde, porque la sospecha le impide sorprenderse.

Bebedor de tribuna. Es una variante particular del fundamentalista, en la medida en que se declara bebedor de un variedad de uva, de una marca o de un estilo,  y rechaza todas las demás porque no cumplen con su gusto. Se da mucho entre quienes beben Syrah –que tienden a hacerle el aguante a la variedad- o los que dicen que el Cabernet Sauvignon les resulta fuerte y ovacionan a cada momento al Malbec, sin probar nunca al supuesto rival. Una variante típica, es el que nunca elige blancos. En sus versiones más duras, llega a ser insoportable.

Especialista muy especializado: sobre la mesa hay una botella de Malbec Pirulo 2004 y este tipo de consumidor la observa más como si la scanneara que con verdadera voluntad de consumo. Al rato, tiene un veredicto: recuerda que las uvas de esa temporada, especialmente en la zona alta –donde Pirulo tiene el viñedo- no fueron las mejores. “Una helada tardía –explica- eso fue lo que las malogró, seguido de un verano lluvioso para el promedio. Pero Pirulo es buen productor, así es que hizo el vino igual. Pero la 2003… ojalá estuviéramos probando ese vinazo” dice el especialista entornando los ojos con nostalgia. Y nos hace sentir unos desgraciados, lejos de la flor y nata que esconde Pirulo.

Dime cuánto vales y te diré quién eres: de todos los tipos de bebedores más molestos, es el único con el que se puede ser verdaderamente indulgente. Sobre todo porque equipara su gusto con el dinero que le cuesta, y generalmente lo tiene claro. Descorcha siempre por precio, que es el único dato que tiene de los vinos: cuanto más caro, mejor, piensa. El problema es cuando esta tipología se da con gente sin dinero, que somos mayoría. Ahí llega a ser frustrante.

Esta nota fue publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 27 de noviembre de 2011.

26 de noviembre de 2011

Espumosos rosados: el mejor brindis para estos días de calor

La foto la tomé prestada de wikipedia!

Entre los espumantes de Argentina, los rosados forman un sofisticado pelotón de vanguardia. Elaborados en su mayoría con base a Pinot Noir –con una cariñosa y efímera maceración previa- el resultado son vinos sofisticados de marcado sabor frutal y un atractivo color salmón.
Perfectos para comer, el plan ideal para un espumante rosado es el sushi, una picadita fina (con prosciutto, brie y rúcula) o unas masas finas al final de una mesa. Aquí van algunos recomendados para despuntar el vicio este finde largo.

Las Moras Rosé Extra Brut ($50) es un raro corte de Syrah Viognier, dos variedades de uva que en San Juan dan que hablar. En este caso, elaboradas de forma tal que dan paso a un espumante aromático y de boca amplia y refrescante. Su buena relación calidad precio lo pone como fijo para estas fiestas.

Navarro Correas Rosé de Malbec ($60) resulta una rareza por donde se lo encare: producido con auténticas uvas de Malbec mendocino, consigue un elegante color piel de cebolla que seduces. Al paladar es terso y envolvente. Ideal para probarlo en casa con unas láminas de jamón crudo del bueno, grisines y un dip de queso crema con romero y oliva.

Rosa de los vientos Pinot Noir ($75): en plan sofisticado, la bodega patagónica Familia Schroeder propone este rosé de marcada intensidad gustativa y carácter excéntrico, inmejorable para un brindis a cielo abierto en el que abunde el finger food. Con unas tapas caprese y o una ensaladita de atún y verdes, es perfecto.

Alta Vista Atemporal Rosé es un clásico ($80): de un ligero color salmón, destaca por la elegancia que le confiere su larga crianza sobre borras -14 meses- que garantiza un paso sedoso, terso y de una refinada espuma. Me gustaría descorcharlo después de cena, con unos quesitos y frutos secos.

Rosel Boher Rosé ($170) es uno de los mejores que hay en el mercado doméstico. De un marcado carácter frutal, su principal virtud es la intensidad y el equilibrio que, combinados, forman un combo impactante de elegancia y sabor. Perfecto para beberlo sólo, lo único objetable es el precio, aunque los vale.

22 de noviembre de 2011

Receta de puño y letra: mollejas doradas de Paraje Arévalo

Hace dos semanas fui a Paraje Arévalo a la presentación de los vinos de Finca Sophenia –dicho sea de paso, un Syrah 2009 y un Chardonnay Reserva 2010 como hacía rato no probaba- y entre el menú por pasos que los chefs Matías Kyriazis y Estefanía di Benedetto tenían preparados, se escondían unas mollejitas crocantes y doradas con una salsa agridulce que me encandiló. El plato es sabroso y sencillo, con pocos ingredientes y procesos, perfecto para cocinar en casa.

Le pedí la receta a Matías quien me la pasó escrita de puño y letra, tal y como ven en la foto.

Poco tiempo después encargué medio kilo de las mollejas de corazón al carnicero amigo (20 pesos) y ayer lunes por la noche me puse manos a la obra. Como bien dice la receta, las herví con romero y salvia; las enfrié en agua con hielo y las pelé (no resultó muy sencillo, pero tampoco fue imposible).

Acto seguido las corté en bifecitos y las puse, una a una, en un plato con un puñado de harina. Ahí dejé que se les adhiriese bien y las secara a fondo.

Mientras tanto pelé dos papas, las corté en dados y las puse a hervir en plan puré casero. Cuando estuvieron cocidas, le puse un buen chorro de oliva aromatizado al romero (es excelente, marca La Toscana), un huevo crudo y le sumé abundante pimienta recién molida.

A las mollejas las doré en oliva con un diente de ajo machacado y cuando estuvieron listas (te das cuenta porque lucen caramelizadas por fuera) las serví con el puré y un charco de aceto balsámico de frutos rojos. Quedaron de lujo. La nuez de manteca que dice Kyriazis me pareció demasiado, pero creo realmente hubiera funcionado para darle una textura más fundente.

Probalas y me contás.

Para otras reseñas del restó, pinchá acá y acá.

20 de noviembre de 2011

¿Hacia adónde van las burbujas argentinas?

Fuera de Europa, el nuestro es el único país con un alto consumo de champañas y una oferta sofisticada. Ahora los espumosos parecen entrar en una nueva fase de su desarrollo. Pistas para entender qué beberemos en el futuro cercano.


El mapa de las burbujas a nivel mundial ofrece una curiosidad: un remoto país del sur, famoso por sus crisis y jugadores de futbol, tiene uno de los mercados de consumo más sofisticados a la hora del brindis. Un mercado que no tiene ningún otro país fuera del continente europeo y que, a ojos de los observadores, tiene una oferta de marcas compleja, diversidad de estilos y regiones productivas. Una situación tan atípica como intrigante. Al menos, visto desde afuera.

Desde acá, la cosa es más sencilla. En términos estadísticos los argentinos descorchamos 42 millones de botellas de champaña –una por habitante- en bautismos, cumpleaños, casamientos, pero sobre todo con las fiestas de fin de año: entre cañitas voladoras y petardos, bebemos prácticamente la mitad de las burbujas del año. Y cada año, también, el consumo gana un punto de sofisticación en calidad y precio.

En la última década, la cosa ha estado en plena ebullición: del puñado que lideraba Chandon, Mumm y Navarro Correas en los noventas, hoy la góndola ofrece unas 80 etiquetas que se reparten la misma torta. Jugadores como Norton, Nieto Senetiner, Santa Julia, Trapiche, Familia Schroeder y Dante Robino se ganaron su lugar en podio. Pero no son las únicas.

Todo un ejército de burbujas champenoise–elaboradas por el método tradicional de fermentación en botella- fueron, copa a copa, asegurándose un lugar diminuto en el mercado, pero lugar al fin. Y así la góndola de espumosos cambió su naturaleza en poco tiempo.

Si hasta 2001 los Extra Brut marcaban el pulso del consumo, en 2011 el abanico gustativo se abrió hacia rosados, natures, dulces naturales y cosechas tardías. Las variedades finas como Chardonnay y Pinot Noir pasaron a ocupar el centro de la escena gustativa y los espumantes de media y alta gama ofrecían un panorama tal que sorprendía a un observador foráneo acostumbrado al pesado prestigio de las casas europeas.

Nuevos pasos espumosos
Con todo, una realidad es evidente: se dinamizó la oferta, pero el consumo permaneció planchado en 40 millones de botellas. Es decir que, mientras la oferta creció, los mismo consumidores a lo sumo cambiaron de marca pero no bebieron más, ni aumentó el número de bebedores. Y en lo que al negocio respecta, las marcas se robaron participación entre sí.

Pero ahora la situación pareciera empezar a cambiar.
Las principales casas productoras –que se entienda, las que tienen instalaciones champagneras, que son las menos- comienzan a evaluar acciones para hacer crecer la torta. Así al menos piensa Chandon, que empezó a afilar sus argumentos y a observar con cariño a los consumidores del interior del país, grandes olvidados en los últimos años, o a explorar nuevas formas de consumo, como tragos y cócteles.

Conviene saber que el líder del mercado fue, a primeros de los años ochentas, el que “inventó” la forma argentina de beber espumosos, con una paciente inserción del producto en los hábitos de consumo, ya que hasta esos años los espumosos casi no existían en las mesas argentinas. Que ahora busque reinventar ese éxito es una buena noticia.

Mientras tanto, el resto de los productores, de Norton a Bianchi y Dante Robino en Mendoza, y Familia Schroeder como única casa patagónica, apuestan por tentar a nuevos bebedores con productos atípicos: los espumantes dulce natural en el caso de la casa Schroeder y Norton –con Deseado y Cosecha Tardía, respectivamente-, o con una apuesta seria por la noche, donde Novecento avanzó de la mano de bebidas energizantes.

Y el resto de los jugadores apuesta por ganar un punto ascendiendo en la escala de precios: ya hay marcas en la estratósfera como Rosell Boher, cuyo milesimé asciende a 300 pesos la botella, o Nieto Senetiner con Cadus, que roza los 200. O que buscan cautivar con espumosos tintos o de variedades raras, como Alma 4 con su Bonarda. Así las cosas, al menos hoy un dato es seguro: de aquí en más, a la hora del brindis y las cañitas voladas, el bebedor de burbujas tendrá que buscar y hallar su gusto.

Esta nota fue publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 19 de noviembre de 2011.

18 de noviembre de 2011

Nuevo restaurante: Haru Sushi, anticuchos y fusión en Palermo viejo

Uso fotos de prensa porque el lugar es oscuro y no se puede hacer fotos sin un buen fash, 
como la que ves justo aquí arriba. Los platos salen así, igual.

La gastronomía peruana está decidida a conquistar la ciudad (y el mundo). Si los restaurantes baratos ya coparon el Abasto, los de alta gama Belgrano y Palermo Hallywood, ahora le toca el turno a los restaurantes de media gama que avanzan sobre los barrios más top. Ese es el caso de Haru Sushi, que acaba de abrir sus puertas a metros de la plaza Armenia en el corazón del Soho palermitano, con una original propuesta de sabores.

Haru no pasaría de ser “otro” restaurante peruano, si no fuera por dos cosas: su cocina fusión –en la que combinan con habilidad platos japonenes con sabores andinos- y por su apuesta por algunos platos peruanísimos, como las causas y los anticuchos.

Originalmente fue un delivery de comida sin local a la calle, que inció su próspera vida hace dos años en Belgrano. Pero el éxito de sus buenos platos, sumado a las ganas de los propietarios, empujó a Haru a abrir sus puertas a la calle. Puertas que quedaron oficialmente abiertas hace cuatro meses. Desde entonces, en la casa se dedicaron a afilar el servicio –que nunca es malo en los restaurantes peruanos- y el manejo del salón.


Pequeño –tiene lugar para 32 cubiertos- la decoración resulta un lúcido cruce entre el mundo andino y asiático: desde el maneki-neko que saluda a cada instante a las lámparas de papel y la barra de maderas oscuras, combinados con cuadros de Machu Picchu y de la sierra peruana, además de cañas.
 
El plan perfecto es ir de a cuatro o de a seis, pedir varios platos y hacer un piqueo hasta que duela la panza. Las piezas de sushi fusión son grandes y vienen siempre de a diez, mientras que los cortes de sashimi (de salmón) son de seis unidades. Y los platos peruanos -no los cebiches- se sirven en abundantes. Probé:

Causa  de  centolla, masa de papa amarilla con centolla a la crema asiática ($40), que funciona bien como una buena entrada para compartir; la centolla es fresca y el sabor de la causa está definido, con un rico corazón de ají amarillo.

Gaucho Asia Roll ($65), viene relleno de jamón crudo, centolla, palta, todo rodeado de panko, frito y crocante, que sirven acompañado con salsa de anguila. La salsa es salobre e intensa, y le suma una capa imprescindible que le da el tono a cada bocado.


Cebiche a la parmesana gaucha ($65) es un hallazgo. Porque a la ligereza y frescura del pescado en jugo limón y cebolla morada, le suman el contrapunto del queso parmesano. Si alguna vez comiste “machas parmesanas” –una maravilla chilena- este plato te va a encantar.

Arroz Tailandés con pato ($60) es un plato bien abundante, con trazos chifas –el sabor asiático peruano- que sirven con sabores fusionados: el pato dulce y salado, el arroz perfumado, con chispazos de otros gustos en el que podés identificar coco. Es un buen plato de fondo.

En la foto ves un anticucho de lomo.

Anticucho de corazón de res ($45) es un plato típicamente andino, que podés comer en las calles de Cuzco preparado en la calle por las anticucheras -siempre gordas, siempre parcas-. Una brochette de bifecitos de corazón cocidos a la braza, que se rocían con salsa panka –a base de un ají muy picante- y ocopa, típica de Arequipa y elaborada con un rarísimo ingrediente llamado huacatay: el sabor es entre salvaje y vegetal, el tipo de gusto que imaginás tiene el pastos si lo rociaras con solvente. Parece que no, pero es una delicia y no abunda en Buenos Aires.

De postre mi pareja pidió Crema Volteada, que es como un flan de huevo, pero un poco más granuloso. Muy rico.

Si buscás una experiencia fusión a tiro de bolsillo, Haru es un buen lugar para empezar. Y los platos que menciono más arriba, un buen ABC.

Soler 4456, Palermo / Tel: 4834-6593 / www.harusushi.com.ar
Lunes a Sabados 12 a 16hs y de 20 a 24hs. Domingos de 20 a 24hs.
Gasto promedio $110 / Efectivo y tarjetas de débito



14 de noviembre de 2011

Qué vinos beber con una picada perfecta

La pasión argentina de reunirse a picar se renueva con la llegada del calor. Ahora quesos, fiambres y delicatesen llegan a la mesa. En esta nota los mejores vinos para una picada.


La picada es una pasión argentina. Mezcla rara de tradición culinaria europea y asiática, la idea de poner muchos platitos sobre la mesa, cada uno rebosante de exquisiteces que se toman con la mano –o con escarbadientes si se es un poco más “fino”-, cada verano ocupa el podio de las fantasías gastronómicas más típicamente argentas.
Pero la picada no es una comida en el sentido tradicional: si es espontánea se arma con lo que hay; pero también es una comida que, planificada al detalle, ofrece  una enorme cantidad de matices y texturas, que la hacen complicada a la hora de maridar con vinos. Según sea el tipo de picada, los vinos cambian. A continuación recomendamos los mejores ingredientes y sus respectivos de vinos para hacer realidad la fantasía de una picada perfecta.

Picada al paso: es el tipo de armado instantáneo, que lo único que demanda es tener en un buen chorizo de campo y algún trozo de queso, de esos que maduraron en la oscuridad fría de la heladera. En este caso, el truco para darle un toque gourmet está en usar tostadas y raspar algunas con un diente de ajo. Esta picada se arma en pocos minutos y no reclama compras específicas de bebidas. Los vinos que mejor se ajustan son los que se compran por caja en el súper y que están siempre a mano. Por ejemplo: Estancia Mendoza Merlot Malbec 2010 ($18), Trapiche Malbec 2010 ($22), Michel Torino Colección Tannat 2010 ($23) y Finca Las Moras Chardonnay 2010 ($25).

Picada con premeditación: es la que se arma cuando un grupo de amigos decide juntarse en casa de alguien. Suele hacerse a la canasta –es decir, con lo que cada uno lleva- y la que, con un poco de organización, puede obrar maravillas. Es importante contemplar la compra de un queso blando y uno duro (Gouda, Grouyer y Sardo; Sancor está muy bien, llegado el caso); un salame picado grueso (Cagnoli, por ejemplo); a las que se le suman ciertas exquisiteces de supermercado como un fuet –ese salamín largo y sin piel que está de moda-, aceitunas verdes; unas cebollitas encurtidas; y pan fresco. El viaje al súper amerita indagar en la góndola de los vinos y proveerse de, por ejemplo, Dos Fincas Cabernet Merlot 2010 ($40), Saurus Malbec 2009 ($42) y Infinitus Malbec Syrah 2009 ($44). Todos vinos de un frutado elegante y con paladares apto para todo público.

Picada con premeditación y alevosía: una picada así no se arma de un momento a otro. Es el tipo de preparación que arranca un día antes, en una casa de fiambres y quesos, con una cuidadosa elección del material. El plan arranca otra vez por la selección de quesos: una cuña de brie y un mini camembert (buenos y accesibles son Wapi y Pre Vert, respectivamente), a los que se les sumarán un peppato (La Suerte tiene uno muy rico), y un reggiano duro, perfecto para servir, una parte desgranado, y otra parte rociado con oliva y romero.

A los quesos hay que sumarles ciertos fiambres especiales, como una bresaola –parece bondiola, pero tiene menos grasa- como Sello de Oro; un salame de campo de Colonia Caroya o mercedino. Y si el plan va por el lujo, unas láminas de jamón crudo serrano español, que se consigue hoy a relativo buen precio (unos 260 pesos el kilo).
La selección amerita sumarle pistachos, castañas de cajú, damascos e higos, además de aceitunas negras griegas, que conviene servir con oliva y unas gotas de limón.

En cuanto a los vinos, contra todo lo pensable en el imaginario local, por la complejidad de sabores es mejor descorchar blancos, por su inmejorable cintura para los quesos y fiambres de todo tipo. Etiquetas como Killka Chardonnay 2010 ($35),  Saurus Chardonnay 2010 ($37), Sophenia Chardonnay 2011 ($80) serían excelentes ejemplos de elegancia y frescura. Y para el bebedor de tintos que no quiera dar el brazo a torcer, le recomendamos Yauquen Malbec 2010 ($45), Kaiken Malbec 2009 ($45) o Alta Vista Premium Malbec 2009 ($59), cada uno mejor que el otro en materia de paso envolvente y jugoso.

Esta nota fue publicada el domingo 13 de noviembre de 2011 en La Mañana de Neuquén.

13 de noviembre de 2011

Fotos de una obra: borrachera danzada en "No tan gracioso"

Toda la info sobre esta obra está acá; yo nada más oficié de fotógrafo. Ojalá les hayan gustado. Pensé que, más allá de su valor estético (dudable, siempre) está la cuestión de la borrachera de por medio. Algo que por lo regular no se toca en ámbitos gourmet. En esta obra estaba muy bien enfocado, estética y plásticamente. Salú!

11 de noviembre de 2011

Dill&Drink: un restaurante con ricos pescados en el microcentro


¿Dónde se puede comer bien en el microcentro? Mi más honesta respuesta a esa pregunta hasta la semana pasada era que rara vez iba para esa zona y, con evasivas, le sacaba el cuerpo llegado al meollo de la cosa; es decir, a que no tenía ni idea de dónde se podía  tener una experiencia gastronómica en la zona.

El tema es que me gusta conocer para recomendar. Y por más que lea de tal o cual, sólo me venían un boliche asturiano de Paraguay y Florida (donde iba con mi viejo cuando estaba de visita acá), y Filo o Le Bar, que tienen buena comida pero es más onda levante que restó. Finalmente fui iluminado por una colega y conocí Dill&Drink, que abrió hace una año excato. Concedo: también es un bar, pero ante todo es un muy buen restaurante, como puede ser el Ocho 7 Ocho.

El aspecto es trendy. El tipo de lugar al que llevarías a una chica sofisticada que conoce el nombre del trago que va a pedir; pero la onda del lugar es otra: es cordial y relajada, con una atmósfera cool de Acid y Nü Jazz que le da mucho encanto. Piso de madera, sillones onda sixties y lámparas de diseño sputnick (como me enteré que les llaman).


La barra está bien nutrida, con tragos y alcoholes clásicos y exóticos, como la pequeña colección de absentas que ofrecen. Todo está ahí para que puedas lucirte como un hombre de mundo. Pero la verdad está en otro lado y se sirve al plato: unos pescados como hacía rato, y repito, rato, que no comía. El joven Leandro Leyell (33), mentor, chef y propietario, practica una cocina de mercado en la que se come lo que consigue él recorriendo el mercado en el día, con recetas que ponen todo el foco en el producto.


Con mi chica pedimos dos tragos para arrancar: un Mint Julep ($28) y a sugerencia de la moza un Saketini (ídem o 2x$40), un trago fresco  que viene con una inolvidable rodaja de pepino. Como cualquier trago viene con un platito para que hagas base, nos convidaron con makis (rolls de arroz envuelto en alga nori), humus, rúcula, pollo al limón y cebichito light que, sin ser una gloria, acompaña en la pendiente etílica en la que te embarcás.


Como no hay carta, la moza recita los platos del día y vos elegís. Quedamos enganchados con dos que cantaron como sirenas en la orilla de nuestro hambre: Lenguado con salsa de camarones y eneldo ($75); lomo de atún (vuelta y vuelta, bien jugoso, $85) con sésamo tostado. Las guarniciones también las sugirió la moza: para el lenguado, batatas asadas y unas hojas de rúcula para cortar el sabor; para el atún, cous cous con una ensalada hojas verdes.


Nobleza obliga, la cocción de ese lenguado estaba sacada de un manual de cocina: apenas cocido por fuera, el corazón de la carne blanca estaba aún baboso, todo sumergido en una abundante crema de camarones y eneldo –Dill es eneldo en inglés, un condimento clave para los pescados- le ponía un marco perfecto.

El atún… impecable. El último lomo de atún que recuerdo me enamoró fue uno que probé en Paraje Arévalo hace ya dos años. Y acá tuve otra vez una experiencia culinaria con este pez de sabor y textura deliciosa, sólo cuando está fresco, sólo cuando está bien hecho: apenas cocido por fuera el corazón estaba rojo y muy a punto. Tal y como lo muestra la foto.

Pasamos del postre (porque estábamos llenos, hay que decir), pero repetimos el saketini y nos fuimos felices y con ganas de recomendar Dill&Drink: porque es una opción que no conocíamos en la zona; y porque es un lugar para volver.

San Martín 986 // Tel: 4515-0675
http://dillanddrinks.com
Lunes a Jueves: 11:00 a 01:30 hs.
Viernes: 11:00 a 03:00 hs.
Sábados: 19:30 a 23:59 hs.

Cuenta regresiva para la publicación de la guía...

Dejo en adelanto el texto de la contratapa:

GRANICA presenta la edición 2012 de la guía Austral Spectator, la única que cada año cata y juzga a ciegas los vinos de Argentina. En esta 8a edición, más de 1.000 etiquetas fueron puestas a prueba por un jurado de expertos, quienes puntuaron y eligieron los 100 mejores vinos entre todos los varietales, estilos y precios.

Para garantizar la libertad de criterio, las catas se hacen a ciegas: es decir, sin saber qué vino se prueba y así evitar prejuicios, positivos o negativos, que los catadores pudieran tener sobre las marcas.

Con nuevo y claro diseño es fácil encontrar los datos con su completa información sobre vinos, bodegas y turismo.

La guía Austral Spectator ayuda al consumidor amateur a elegir bien y es fuente de consulta imprescindible para el entendido. Es la entrada más atractiva al mundo del vino, ideal para tenerla a mano y hojearla en cualquier momento.

En esta edición elegimos los:
-30 mejores vinos en relación calidad precio
-25 mejores tintos hasta 50 pesos
-15 espumantes hasta 50 pesos
-20 mejores tintos para un asado
-10 vinos más raros de Argentina
-10 mejores vinos para hacer un regalo
-10 mejores vinos viejos para buscar en la vinoteca
-Los mejores Malbec, Cabernet, Syrah, Merlot.
-Los mejores Chardonnay, Sauvignon Blanc y Torrontés.
Todos ellos ordenados por puntaje, precio y en tablas de fácil lectura.

Bonus track: la guía de los mejores aceites de oliva de cosecha 2011

10 de noviembre de 2011

Nuevos vinos: 5 etiquetas flamantes llegan al marcado

En los últimos años la lógica del vino cambió: si antes se lanzaba una marca o un vino muy de vez en cuanto, hoy el plan de las bodegas es renovar al menos una parte de su porfolio todos los años. De ahí que, como con la moda, la góndola nacional renueve sus vinos cada temporada. Estos son algunos de los últimos lanzamientos.

Novecento Raíces Malbec 2010 ($35). La bodega mendocina Dante Robino lanzó al mercado esta línea de varietales, compuesta por un Malbec y un Cabernet Sauvignon, de los que nos gusta especialmente el primero. Un tinto fragante, de buen volumen de boca, y con rico final frutado, que significa un up grade en calidad y precio respecto a los varietales de la línea Novecento. Un buen ejemplar para el que busque vinos jóvenes, en el amplio sentido de la palabra, y a una relación calidad-precio excelente.

Selección de Parcelas Reserva Cabernet Sauvignon 2009 ($70). La bodega Navarro Correas lanzó una línea de tres varietales que viene a llenar la brecha de precio que existe entre Alegoría y Colección Privada. Elegimos este Cabernet Sauvignon por su tipicidad varietal y estilo: frutado, ofrece una nota de madera que no aturde y tiene el paso joven y potente de la uva. En la etiqueta dice “parcelas escogidas”, precisamente porque las eligieron entre lo mejor de Luján de Cuyo y el Valle de Uco.

Paz Cabernet Sauvignon-Cabernet Franc 2009 ($80). Nueva línea de vinos de la bodega sanjuanina Finca La Moras. Como otros ejemplares de la casa, Paz está inspirado en cosas que no vienen del mundo del vino. Ya desde el nombre se propone como un gama que le habla a un consumidor maduro en sus gustos y que no se siente presionado por la moda de moda. Nos sorprendió especialmente el blend de ambos Cabernet –Sauvignon y Franc-, por su aromática intensa y boca aún briosa, pero exquisitamente frutal. Completan la línea un Malbec, un Syrah y un Bonarda.

Infinitus Barrel Selection Malbec 2007 ($85). Los vinos patagónicos ganan mucho cuando se los demora en la botella. Tal es el caso de esta gama de reservas de la bodega rionegrina Infinitus, cuyo Malbec combina con gracia la potencia de los tintos australes con el costado refinado de un prudencial tiempo embotellado. Se trata de los vinos elegidos entre un lote de inmejorables barricas. Selección que en la mesa gana mucho por su rica y evidente frescura.

Lagarde Cabernet Franc 2009 ($110). El Cabernet Franc está de moda. Un poco porque es una variedad refinada y con carácter, y otro poco porque supone una buena alternativa a la hora de ofrecer un sabor diferente. La clásica bodega Lagarde, de Luján de Cuyo, lo tiene claro. De ahí que lanzó al mercado este varietal de aromática frutal y ligeramente especiada, que se destaca por su boca intensa y amable. Conviene probarlo en la mesa, que es donde mejor trabaja su elegancia.

Una versión más extensa de esta nota se puede leer en La Mañana de Neuquén.

4 de noviembre de 2011

Qué comemos hoy: receta china (pero fácil)


El wok no es una especialidad de los argentinos. Eso, no hace falta ni decirlo. Pero cada tanto pinta un saltado de verduras al estilo Lee Chuan, como se llama el chino de mi cuadra. Pocas cosas son tan ricas como unos morrones crocantes, sumados a unos trozos de pollo jugoso, todo rebosado en salsa de soja y con unas perlitas crocantes, sean almendras o castañas.

Si te tienta esta combineta, a la que acompañas con un rico y refrescante blanco, preferentemente Sauvignon blanc tipo Las Moras 2011 o Los Cardos 2011, o con un rosadito como los que recomiendo acá, esta es la receta y sus trucos (rinde dos porciones holgadas)

1 pechuga de pollo (sin piel)
1 cebolla grande
1 morrón
1 diente de ajo (o dos, según tu gusto)
1 zucchini
1 zanahoria
+ pizca de jengibre
+ curry (opcional)
un puñado de almendras o castañas
salsa de soja

Método Hidalgo (claramente no es chino)
Hay que empezar por cortar toda la verdura y el pollo. Es la parte más china del preparado, porque es laboriosa. Idealmente conviene hacer cortes uniformes: la cebolla y el morrón en cuadrados grandes como un sacapuntas; la zanahoria puede ir en bastoncitos, largos como un escarbadientes; el zucchini cortado en cuartos, y luego en láminas del grosor y tamaño de un nacho; y la pechuga, primero conviene  cortarla a lo largo en tres y luego cada lámina en tiritas. Por último, el jengibre podés rayarlo o usarlo en láminas delgadas: si no querés que sea invasivo, no uses más que una cucharadita.

Después poné el wok sobre el fuego fuerte y dejá que se caliente. Para saber cuándo está, le acercás la mano y si sentís el calor, ya está: ahí nomás le tirás el chorro de aceite y todas las verduras de un solo golpe. El tiempo de cocción es aproximadamente de un minuto por producto, es decir que si son 5 verduras, vas a usar el wok durante casi 5 minutos. Hay que agitarlo como hacen los chinos de las películas, con un hábil y enérgico movimiento de muñeca, reiteradamente. Al minuto 3, le sumás el pollo. Salá y, si te gusta, le sumás una cucharadita de curry.

Cumplido el tiempo apagá el fuego y rociá el preparado con salsa de soja, agregá las almendras (o castañas) y servilo sin dilaciones.

Una variante que a mi gusta (y que debo decir, es un debilidad personal) es agregarle un chorro de vino blanco al wok a mitad de cocción. ¿Me cuentan si la preparan?

2 de noviembre de 2011

Nuevo restaurante en San telmo: La Popular


Las fotos son de mi amiga Caro Martínez, que vive a la vuelta y que me salvó a pedido expreso, ya que yo fui sin cámara. Por contrataciones o reproducciones, me avisan y los contacto.

Jueves al medio día. Almuerzo laboral. Reservo en Caseros para las 13:30 y me dicen que sólo toman hasta las 13. Les pido que hagan una excepción y ellos dicen que la harán. Claro, llego y no sólo no hay mesa sino que el boliche desborda y hay gente esperando.

Pero como esa cuadra de avenida Caseros, en San Telmo, ya es casi un polo gastronómico, me mandé sin dudar a La Popular, en la puerta de al lado: un restaurante  nuevo -con mes abierto, no figura en guías aún- con aires de bodegón tuneado y con un evidente sponsoreo de Cinzano. Digamos, la típica estética vermucera, lookeada con  chispazos de corte popular, entre sifones antiguos, guirnaldas de foquitos onda calesita, techo imitación gradas y otros cachivaches viejos. Pero lo mejor, sin dudas, las lindas ventanas que inundan de sol el lugar.


La carta es escueta o grande, según se la mire. Grande, porque traen una tabla –debe pesar casi un kilo- con la oferta del día escrita en tiras de papel y pinchadas con chinches. Escueta, porque no llegan a diez platos. Eso sí, cambian todos los días.

Nos reciben con una cortesía: una tostada de pan casero con tomate y queso, más un pesto bien aromático.  Elegimos los ravioles de la casa –rellenos de cordero, si mal no recuerdo- y una entraña con salsa criolla y puré. El dato, es que la el puré lleva finamente picado un poco de cilantro que le da frescura. La entraña, por su parte, viene abundante y jugosa. Para beber, nos tomamos un Trumpeter Malbec 2010 de 375 -pura justicia para con los platos-, con tres botellas de agua, y dos café. Todo, por 80 pesos por cabeza.


Sin ser una ganga, es un buen lugar para ir al mediodía y, supongo, por la buena decoración, también por la noche. Van ejecutivos de la zona, chicos del barrio, y todos los que por esas horas rebotan en el muy gourmet Caseros o el más chic y caro Hierbabuena. Imagino que un viernes se pone lindo. Así es que volveré.



Av. Caseros esquiba Bolívar / T. 43076040
Todos los días, almuerzo y cena, salvo domingos y lunes, que cierra por la noche.


30 de octubre de 2011

Nueva tendencia en vinos: ahora el Torrontés migra al sur

El boom del Torrontés como vino de exportación está corriendo el mapa del varietal y ahora cada vez hay más elaborados en San Juan, Mendoza y Río Negro. En los últimos años al menos una docena de nuevos Torrontés nacieron en tierras más australes. ¿Tiemblan Salta y La Rioja?


Un solo y contundente dato: Mendoza tiene la misma cantidad de hectáreas de Torrontés que Salta y La Rioja, juntas. Y si hasta ayer nomás, en el imaginario de los consumidores, las provincias del NOA formaban el corazón puro del varietal más argentino, el escenario parece empezar a cambiar y las provincias cuyanas y patagónicas ahora juegan sus propias fichas en la materia.

Sin ir más lejos, en los últimos años nuevos Torrontés llegaron a la góndola y se animaron, primero tímidamente, a poner en las etiquetas su novedosa procedencia: “origen Mendoza”, se podía leer en marcas como Cinco Sentidos, Norton y Santa Julia, mientras que otros productos exitosos ganaban también la escena, como Deseado, el espumante a base de torrontés de Neuquén y Río Negro que elabora Familia Schroeder.

Y eso, cuando hace tan sólo un década las principales casas mendocinas iban a Salta a buscar sus vinos. Tal y como hicieron Alta Vista o Luigi Bosca, por mencionar sólo dos de importancia. ¿Qué pasó para que las bodegas cambiaran de idea?

El engranaje exportador
La marcha exportadora del vino argentino y la necesidad de diferenciarse en los mercados extranjeros, sacudieron buena parte del entramado doméstico al relanzar al Torrontés como un vino típicamente argentino. Por un lado, se creó una oferta para el varietal, con nuevos productos de alta y media gama; mientras que por otro, la demanda respondía y los precios de las escasas producciones del NOA aumentaban. Un ciclo virtuoso, que volvió tentadora la reconversión de las muchas hectáreas de Torrontés que había en el acervo histórico de cada provincia.

En el caso mendocino, como en el NOA hasta hace veinte años, el Torrontés estaba destinado principalmente al mercado de vinos blancos comunes, con vastas plantaciones en distritos poco glamoroso como Lavalle, Rivadavia, San Martín o Santa Rosa. En cualquier caso, formaba un gran volumen de uva -3200 hectáreas- con posibilidades de aggiornarse, tal y como había pasado en Salta y La Rioja.

Y eso es lo que sucedió, en definitiva, cuando marcas como Norton o San Julia abrieron el camino a mediados de la década pasada. Pronto otras se subieron al tren. Como Dante Robino, un caso ejemplar: en 2010 elaboraron 20 mil botellas de un Torrontés con uvas de cada una de las subregiones mendocinas y se tiraron el piletazo en el mercado norteamericano, donde se las sacaron de las manos. Y en 2011, volvieron a elaborarlo, ahora en mayor cantidad, y le sumaron destinos Canadá y Brasil, principalmente.

Como ellos, ahora otros productores buscan perfilar el Torrontés de regiones no tradicionales. Sólo en el último mes, hubo dos nuevas incorporaciones: Manos Negras, con uvas de San Juan, y un nuevo ejemplar de Bodega del Fin del Mundo, con uva de Neuquén, que está por salir al mercado.

NOA vs. todos los demás
El caso es que en Salta y La Rioja, el Torrontés está entre las variedades más plantadas en proporción al resto. De ahí que esas regiones fueran las que definieron los primeros estilos, y que lograran asociar sus nombres al de la uva. En cualquier caso, cabe reconocer que etiquetas como Etchart, Santa Florentina, Elementos, Laborum o Quara forman parte central del boom del Torrontés, en la medida en que definieron su estilo moderno.

La principal diferencia entre los Torrontés del NOA y los demás pasa por la intensidad aromática. Salteños y riojanos son blancos de un marcado carácter floral, con bocas ligeras y delgadas. Mientras que el caso del Torrontés que proviene de Mendoza –el que combina uvas de los distintos oasis- logra buena expresión aromática, marcada por las frutas, pero sobre todo un paso más envolvente en el paladar. Los ejemplares del sur, por su parte, son aún más filosos en boca, con acidez punzantes, y tenues aromas de frutos cítricos frescos.

Y ahora, el veredicto está en manos de los consumidores. A ellos les toca definir cuál es su preferido. Entre tanto, una cosa parece cierta: el Torrontés ya no es solo norteño.

Esta nota fue publicada en La Mañana de Neuquén del domingo 30 de octubre de 2011.

29 de octubre de 2011

The Pick Market: el deli gourmet llega a Palermo


Tenés tres segundos para contestar: ¿dónde comprarías aceite a la trufa, jamón de parma, refrescos Boris o pistachos de Irán? Buenos Aires abunda en locales gourmet, pero unos pocos ofrecen una buena oferta. Entre ellos, The Pick Market es un nuevo deli  onda Manhattan, rebajado con unas gotas de Barrio Norte.

Abrió hace dos años su primero local en Recoleta y ahora pega un salto a Palermo con su segunda apertura. Un pequeñito pero bien surtido ambiente, en el que vas a entrar con un antojo y te vas a ir con cinco o seis antojos nuevos y satisfechos. A mi me pasó eso.


Fui a conocerlo en plan paseo, saco fotos y registro lo que hay, y me traje un jamón español de primera (entendámonos, sin gusto salado, cálido al paldar y con un venteado fino y fundente); un pack de pistacho; una manteca trufada Diamante Negro, perfecto para unas pastas; una mozzarella trenzada y ahumada que fue un verdadero hallazgo; y unas salchichitas para copetín, marca Schreiber, de lujo. Total: 187 pesos de antojo fueron debitados de mi tarjeta. Cosas que pasan.

También tienen una vinoteca que está surtida con lo básico. Con todo, el secreto de The Pick Market está en la heladera y en la despensa: atento con los chimichurries, las mermeladas y ciertos wafles holandeses que ofrecen.



Si te gustan las delicatesen, mi consejo es que vayas sin tarjeta y con poco efectivo. Sólo así podrás librarte de la tentación. Avisado estás.


The Pick Market / T. 4519 8046
Demaria 4527, Palermo
Libertad 1212, Recoleta



26 de octubre de 2011

Qué comemos hoy: Gazpacho, una receta simple y práctica

Gazpacho que preparé el domingo pasado, le sumé unas semillitas de sésamo tostadas 
y tomillo en vez de orégano.

Gazpacho: todo un universo se esconde detrás de un plato tan rico, simple y fácil de preparar. Universo, porque hay tantas variantes como regiones tiene España, y tantas recetas como cocineros exista en el mundo. En eso, debe ser uno de los platos más versátiles.

En mi caso, me gusta prepararlo en primavera y verano, porque es gustoso y sencillo, y con una copa de vino blanco es la entrada perfecta para una comida de fin de semana. Mi receta es básica y acepta muchos otros ingredientes. Para que coman dos personas, precisás:

4 tomates perita pelados
1 diente de ajo
¼ de morrón mediano
Orégano –en verdad cualquier aromática, mientras que sea fresca-
Aceto balsámico –mejor si es de frutas-
Oliva virgen extra
Pan duro, un mignon o cantidad similar
Sal y pimienta a gusto.

Preparación
Pelá los tomates con agua hirviendo, cortalos en cubos y ponelos en la procesadora. Sumale el morrón cortado en trocitos y el diente de ajo picado. Procesalo hasta que quede un líquido bien chirlo y sin grumos. Ahí le agregás el orégano -una cucharadita- y una chorrito de aceto, junto con una o dos cucharadas de oliva; luego, sal y pimienta a gusto. Procesá otro poco y le agregrás el pan cortado en daditos. Volvés a procesar, y listo: lo servís en una cazuelita, con un hilo de oliva arriba y, cuanto mejor, con unas hojitas de orégano.

Un buen consejo es servirlo frío –no helado- para lo que conviene ponerlo un poco en la heladera. 

Variantes posibles, inlcuyen cebolla de verdeo, pimiento, vinagre de jerez y cualquier otro ingrediente. Será gazpacho mientras que conserves los tomates, el oliva y las migas de pan.

23 de octubre de 2011

Generación “E”: los nuevos enólogos argentinos

En la última década un puñado de enólogos jóvenes trazaron la cancha estilísticas y le insuflaron nueva energía al mundo del vino. Quiénes son, qué etiquetas elaboran y cuáles probar.


En el vino argentino, lento pero seguro, se vive un recambio generacional. Es algo que se evidencia en las bodegas, en las ferias e incluso en la prensa especializada. Pero donde más se nota el pase de manos entre generaciones, es en el campo de la enología.
En nuestro país hay una camada de enólogos que hoy tienen entre 30 y 40 años que están definiendo la cancha estilística. Tipos atrevidos –bien apoyados por los bodegueros- que de pronto lanzan al mercado cortes raros, estilos nuevos y hasta nombres de vino impensados tan sólo cinco años atrás. La clave de esta movida, está en que no se formaron en los códigos tradicionales del negocio: elaboraron en Europa y Estados Unidos, beben fernet, escuchan rock del bueno y algunos twittean a troche y moche. Estos son los protagonistas.

Héctor Durigutti
es mendocino, acaba de cruzar los 40 años y a fuerza de talento y dedicación –asesoró a varias casas locales- ya es dueño de una bodega, sus vinos se venden como pan caliente dentro y fuera de Argentina, y es una voz autorizada a la hora de hablar de Malbec y Bonarda. Fueron sus caballitos de batalla, a los que reinventó con un estilo jugoso y elegante. Los mejores son Durigutti Bonarda 2009 ($45) y Durigutti Reserva Malbec 2008 ($98).

Mauricio Lorca nació en Mendoza hace 40 años. Después de un largo derrotero como enólogo de varias bodegas –Luigi Bosca, entre otras- recaló en Foster, de cuyo propietario llegó a ser socio. Hoy comanda las elaboraciones de su propia casa, entre otras, y lleva adelante una renovación estilística. Sus productos estrella son Lorca Poético Cabernet Sauvignon 2008 ($90) y Gran Opalo Corte 2009 ($150).

Alejandro Vigil, con 38 años cumplidos, este crack está al frente del departamento de enología de Catena Zapata. Formado en el riñón de la empresa, Vigil es el responsable de los tintos y blancos más cotizados de la casa, como Nicolás Catena 2007 ($820). No obstante, lleva adelante un proyecto en sociedad con Adriana Catena con su línea El Enemigo. Conviene probar el Syrah Viogner 2008 ($180), un ejemplo de modernidad gustativa.

Marcelo Pelleriti (42) es mendocino de pura cepa. Saltó a la palestra cuando en 2003 empezó a colaborar con Michel Rolland como enólogo de Monteviejo. Desde entonces, su perfil entre carismático y bohemio –es guitarrista- le dio nuevo aire al vino local. Sus tintos potentes y estructurados, de raíz francesa, le han granjeado fama. Cada vendimia elabora en Pomerol, Francia; buenos ejemplos de su estilo son Calypso Malbec 2010 ($47) o Monteviejo 2008 ($72), blend a base de Malbec.

Gabriela Celeste (no diremos la edad, nobleza obliga) está al frente de Eno Rolland, el laboratorio de enología y empresa asesora de Michel Rolland en Argentina. Elabora muchos vinos como asesora externa. En los últimos años ha ido corriéndose del estándar Rolland para encontrar un camino genuino. Conviene probar Rocío Moreno Malbec Reserva 2009 ($80) y CarinaE Prestige 2008 ($200). Escarlata Malbec es su vino de autor, que no hemos probado aún.

Oscar Biondolillo
(45), este ex Salentein fue el inventor enológico de Callia. En eso, hay pocos enólogos que le hagan sombra. Enfocado ahora en un proyecto personal, Aguma (que no hemos probado aún), Biondolillo es un profesional de perfil bajo y fino olfato a la hora del armado de cortes comerciales. Su impronta hoy cruza otros proyectos como Tracia, cuyo Cabernet Sauvignon 2009 ($20), es un nuevo hit de ventas.

Matías Michelini es, a sus 37 años, uno de los enólogos que demuestra tener un espíritu más inquieto. Pasó por Doña Paula y Sophenia, y ahora, asesora a varios productores mientras lleva adelante su proyecto personal Passionate Wines. Pronto sacará una línea Parral, mientras que su Montesco blend 2008 –Malbec, Cabernet con un touch de Bonarda, 90 pesos- es un vino fuera de todo estereotipo.

Leonardo Puppato (41) hizo armas en Chandon antes de llegar a Familia Schroeder, en San Patricio del Chañar. Con personalidad inquieta, logró desarrollar un porfolio de vinos tranquilos que tiene al Pinot Noir como centro de la propuesta, además de una línea de espumantes que tiene a hits de ventas como Deseado ($55), dulce natural a base de torrontés. Pronto saldrá un tinto de sus propias viñas, plantadas en 1901 en Mendoza.

Esta nota fue publicada el 23 de octubre de 2011 en La Mañana de Neuquén.

22 de octubre de 2011

Nuevo restaurante: L’Adesso, alta cocina italiana a precio lógico


Es pequeño y tiene detalles bien cuidados: unas rosas aquí, una estantería con pasta seca allá, sillas cómodas, buena mantelería. El tipo de restaurante al que irías con unos amigos previo a una salida, o al que llevarías a tus viejos en una cena sencilla, porque sirven cocina de alto vuelo a precios lógicos.

La cocina está detrás de un vidrio y desde el salón podés ver todos sus movimientos, con nada más ponerte de pie. Pero no hace falta. El chef, Leonardo Fumarola (32) se pasea por las mesas para indagar cómo va la cosa. Y la cosa, va muy bien. Detrás de las sartenes desde los 13 años, este joven propietario sabe lo que hace: cocina italiana moderna, con una buena impronta de mercado. Es decir que, a los pocos platos de la carta –son 4 entradas, 6 principales y 3 platos de fondo- le suma una menú degustación ($150) que adapta semanalmente a la disponibilidad del mercado.

Entre las entradas destaca la Burrata D’Adria con prosciutto ($42) y los Polipetti in umido ($36). Probé estos últimos, que son nada más y nada menos que pulpitos en una salsa pomarola con una escarola salteada, todo servido sobre un colchón de lentejas. Como entrada caliente, un hallazgo.

Después siguió un antipasto sencillo, con unos chipirones crudos con perejil –que estaban especialmente deliciosos-, una cucharada de ricota y pencas de achicoria con vinagreta. El contraste entre los sabores genera un equilibrio novedoso. Como el plato no está en carta, si tenés suerte lo repiten en el menú degustación algún día.


A continuación, vino lo que para mi fue el plato que justificó la cena: unos ravioles de calabaza, con manteca, salvia y amarettis ($36). Sí, los mismo amarettis que te sirven con el café, algunos molidos y otros enteros. El punto que se forma entre la salvia, el almendrado dulce del amaretti y su textura crocante, sumado a la suavidad de la calabaza, me pareció algo extraordinario. Un plato que es posible de repetir en forma casera, y que tiene justamente todo lo bueno de la comida italiana: la sencillez, el sabor y la novedad del gusto. En el menú degustación, viene dos grandes ravioles; el plato me pareció ver que trae más.

Luego probé una pasta seca: unos spaghettis con langostinos y espárragos. Ricos, ricos y muy frescos. De cierre una corvina saltada con oliva y sal gruesa, con langostinos a la panceta, servida sobre una caponata siciliana ($60), es decir, verduras salteadas con alcaparras. Cabe recalcar que el punto del pescado estaba justo.

Los postres valen la pena, en especial el tiramisú. En cuanto a la carta de vinos, se pueden pedir algunas perlitas, pero está bastante acotada. Recomiendo el Alta Vista Classic Torrontés y Valbona Pinot Gris, que están a precio muy lógicos.

Abre de lunes y de miércoles a sábado, medio día y noche; domingos, sólo al mediodía; martes, cerrado. Sólo efectivo. Gasto promedio, 100 pesos.
Bulnes 1248, Palermo / T. 4864-3189 

18 de octubre de 2011

Nuevos rosados para beber en las noches de primavera

Son vinos ligeros y fáciles de entender, que posibilitan además un amplio rango de acuerdos con platos. En esta nota recomiendo cinco rosados perfectos y algunos platos para combinarlos.
 

Ni tintos ni blancos: rosados, esa es la verdad. Al menos para estas noches de primavera que, un poco frescas y otro poco cálidas, invitan a beber una buena copa de vino que refresque y acompañe bien la comida.
Los rosados son vinos que provienen de uvas tintas, elaboradas prácticamente como vinos blancos, es decir, con una pequeña maceración de hollejos previa a la fermentación. Bastan un par de horas para que el vino resulte de un cereza brillante o un ciruela light. Y en esa liviandad radica su principal virtud: la ligereza.
Un buen rosado se precia siempre de tener aromática intensa y frutal, en la que pueden despuntar flores y trazos especiados. En boca son chispeantes, con acidez refrescante, una condición que los emparenta más con una bebida que quita la sed que con un vino que la provoca. En esa sintonía, se beben siempre fríos, nunca helados.
Idealmente sirven para acompañar platos simples, como guacamole, ensaladas y arroces que no lleven estofados, también un bifecito a la plancha vuelta y vuelta y bien jugoso. Pero donde siempre entregan más de lo que son, es en una buena picada: con quesos blandos y semiblandos –del crema al gruyere, pasando por brie, lincoln y gouda-; con jamón crudo del bueno –nunca salado, siempre con un buen marmolado de grasa entreverada-, pero también bresaola, bondiola y chorizo de campo. En un marco así, los rosados completan el sabor de la mesa, aportándole un toque frutal y refrescante.
En nuestro mercado la oferta de rosados creció mucho en los últimos años, pero son pocos los que realmente cumplen con el paladar. Los cinco que siguen son mis favoritos.

Saurus Malbec Rosé 2010 ($40). Es entre los pocos rosados que hay en Patagonia, el que mejor se ajusta al canon de aromática frutada, boca seca y refrescante. En eso, el expertise de Familia Schroeder en materia de vinos base para espumantes hace la mayor diferencia. Es perfecto para tener en la heladera y descorchar como aperitivo mientras se empieza a cocinar.

Jean Rivier Malbec Rosé 2011 ($45). La bodega sanrafaelina de los hermanos Rivier tiene una virtud destacable: son excelentes productores de vinos blancos y rosados. A contrapelo del mercado, explotan el nicho vacante y producen este gran vino a precio módico. Frutal, con trazos vegetales y especiados, gusta por su elegante boca carnosa y refrescante. El tipo de vino ideal para una picada.

Carmela Benegas Rosé 2010 ($49). Doblemente atractivo: primero, porque está elaborado con Cabernet Franc –indudablemente una sangría del reconocido tinto top de Bodega Benegas-; segundo, porque ofrece una rica expresión que recuerda al yogurt de frutillas, con paso cremoso y un largo y sostenido final de boca. Muy femenino en su propuesta, es un ejemplar de ley para la buena mesa.

Amauta Rosé 2011 ($55). Es un deslumbrante vino salteño. Elaborado con uvas Cabernet y Malbec provenientes de Cafayate por Bodega El Porvenir de Los Andes, se presenta como un intenso, fragante y rico rosado versátil y apto para cualquier tipo de comidas. Felizmente para la bodega, la asesoría del enólogo californiano Paul Hobbs se hace evidente en los productos.

Críos Rosé 2011 ($57). Elaborado por Susana Balbo en su bodega Dominio del Plata, Mendoza, demuestra en una sola copa que la enóloga y empresaria sabe muy bien lo que hace. Vino intenso y de atractiva elegancia, es el ABC de la buena fruta y la frescura en materia de rosados. Para todo aquel consumidor de tintos que quiera busque entrar al universo rosado, este vino será la mejor puerta.

Esta nota fue publicada el domingo 16 de octubre de 2011 en La Mañana de Neuquén.

16 de octubre de 2011

A propósito del header de la semana

Este post es más bien una compulsa al estilo revista Barcelona: ¿adivinen qué vino y qué enólogo es el que aparece en la foto?


De verdad que no lo sé, porque la encontré webeando en internet... pero tengo mis serias sospechas de que se trata de Grant Phelps, enólogo y dj neocelandés (lean aquí), que supo trabajar en Viu Manent (Colchagua, Chile) y donde elaboraba un curioso vino de corte llamado Secreto, porque no aclaraba las variedades que lo componían. Ese precisamente el tinto que estalla en la foto. ¿Alguien tiene alguna pista cierta para dar? Me preocupa saber si el bueno de Phelps salió ileso.

15 de octubre de 2011

Qué comemos hoy: el desafío de La Hora Señalada con lo que tenga Guille en la heladera


@GuilloHernandez me desafió al aire en La Hora Señalada (sábados 16hs en Rock&Pop) a que le prepare una receta con lo que tuviera en la heladera. Enumeró:
  1. Tomates cherry
  2. Cebolla verxdeo
  3. Morrón amarillo
  4. Pechuga y muslo
  5. Huevos
  6. Ajo
  7. Aceite de oliva
Le propuse una suerte de pollo al verdeo:

Poné un chorro aceite de oliva en la sartén y tirale el ajo machacado, déjalo a fuego mínimo. Cortá el morrón en tiritas y sumalos al aceite, sacá el ajo y subí el fuego al máximo. Tres minutos después, echale el verdeo cortado en bastoncitos, súmale la pechuga trozado en rodajas de un dedo de ancho (como si fuera bifecitos) y un chorro de vino blanco… cocinalo cinco minutos más y le tirás los cherries. Tapás y apagá el fuego.

Servilo con un arroz blanco al que le ponés queso rayado, pimienta y oliva.

El sábado que viene hacemos otra receta con desafío abierto al público. Veremos qué sale...