3 de septiembre de 2011

Nuevo restaurante en Núñez: Balthazar Grill & Bar


En Buenos Aires hay una movida de restaurantes con una estética glam y propuesta gastronómica porteña, como si se sirviera en un mismo plato la pimienta del Faena Hotel, con la sal de Madero Este y las carnes de La Cabrera y el toque chic top palermitano. Ese combo, sumado a un twist de tragos de autor en la barra, definen el perfil del nuevo  Blathazar Grill & Bar, inaugurado hace dos meses en Núñez.

Ubicado al pie de las flamantes torres de Av. Libertador y Guayta, Balthazar es una apuesta gastronómica seria, que propone precios razonables y porciones justas en los platos, con una carta de vinos completa y bien adobada en precios. Pero atento: un consumidor avezado podrá sacarle buen provecho -los precios arrancan en 55 y las etiquetas están bien- y hacer una salida con glamour art decó. Y sino, cualquier cosa consultá con el sommelier de la casa, Maximo Porcaro.

Balthazar ocupa un gran salón con amplios ventanales. Ofrece mesas bien separadas entre sí, custodiadas por una pared muy alta y tapizada con capitoné color café con leche. Por la noche, el o levemente tenuemente iluminado por arañas de caireles y  rematado en un costado por una elegante barra de mármol negro.

Al frente de los tragos está  Norman Barone (ex bar Uriarte, el Diamante), que define tragos clásicos y de autor, como el White Lady que probé –un trago cítrico y refrescante- o las varias opciones de Caipis, Martinis y frozens.

A la hora de comer, Balthazar se define como un restaurante de carnes, con una propuesta porteña. La carta no esconde grandes secretos: unas siete entradas, que van desde una provoleta a la parrilla a una sopa de cebollas; siete ensaladas a elección, con nombres como capresse y teriyaki; seguido de pastas, pescados y mariscos; para terminar con una selección carnes separadas por tipo, cerdo, vaca o aves. Probé:


Una entrada, la Bruschetta de queso brie, prosciutto, huevo mollè y aceite de trufas ($26), básicamente dos tostones con sabor claramente ahumado, en el que destacaba una lámina cortada del corazón de un repollo, que viene encurtida y que le da un extraño y muy agradable sabor. Sumado al aceite de trufas, que viene con el huevo, y unas hojas de berro, es una entrada bien completa y compartible.


Una porción de Chinchulines ($20), quesirven carnosos, rociados de perejil y en brochet, junto a unas papas fritas muy delgadas, acompañados con unos espárragos terminados a la parrilla. Rica combinación y ciertamente contundente.

Para acompañar los chinchulines, pedí una Ensalada Capresse ($36): surtido de hojas verdes, tomates variados, mozzarella pulpeta, olivas y albahaca. Con una comen dos.

Y una Entraña ($42), de la que tengo que decir que hacía rato no probaba una tan sabrosa, con ese raro y agradable tono abombado que tiene a veces este corte. Lo sirven con cuatro dips: uno de humita, uno de chimichurri, uno con repollo encurtido, y uno de chauchas. Buena combinación.


Postre: Marquise de chocolate amargo con crema inglesa y peras especiadas
($28)
. Fue sugerencia del mozo y la verdad es un postre de primera. Lo mejor, a mi juicio de no comedor de postres, las peras que vienen en compota y con un combo de especias –canela, jenjibre y unos trazos cítricos-.

Muy bien atendido, se nota que hay mano profesional en el tema, es un restaurante ideal para una cena de negocios o una reunión de amigos con ganas de beberse unos tragos previos a una salidad.
Horarios de apertura: Todos los días de 9 am a 3 am.
Horarios Cocina: Todos los días de 12 a 17 hs y de 20 a 01 hs
Arribeños 3198, Núñez //  Tel: 4704-7763 // balthazar-grillbar.com.ar

31 de agosto de 2011

Recetas ilustradas: Instrucciones para encender un fuego

En la patria del asado, es menester de todo hombre y mujer que se precie saber prender el fuego. Los que somos de la tierra adentro y lo hicimos siempre con leña, conocemos muchos trucos infalibles, pero ¿cómo zafar del papelón y la humareda general a la hora de usar carbón? 

Esta técnica me la enseñó una muy racionalista amiga francesa que, dicho sea de paso, la aprendió en Chile de unos argentinos que conoció. Rulo de origen aparte, quedé tan maravillado por la simpleza del método, y por su insuperable efectividad, que la uso siempre y hoy comparto. Créanme: no hay mejor manera de prender un fuego usando sólo tres páginas de diario y un fósforo. Impacientes: recurran a la ventilación forzada. Después me cuentan.

29 de agosto de 2011

La nueva Patagonia vitivinícola: de Chubut a Santa Cruz

La región patagónica crece con viñedos y cada vez más los productores apuestan por plantar vid más allá del paralelo 42º. Hoy se experimenta con uvas blancas en el norte de Santa Cruz. ¿Hacia dónde va la frontera del vino?
 


Viñedos en el Hoyo de Epuyén

La Patagonia vitivinícola es un hecho. Desde la vieja frontera de Río Negro donde la vid dio los primeros pasos australes, a la consolidación de San Patricio del Chañar como el más flamante polo en la elaboración de vinos de la Argentina, la región austral ha visto crecer sus viñedos en forma intensa y constante en la última década. Y ahora va por más: con nuevos viñedos que arrancan en El Bolsón y Lago Puelo, la vid ya estira sus hileras a Paso de Sapo en Chubut y Los Antiguos en Santa Cruz.


No es un fenómeno aislado. A la fecha, la región contabiliza 4.505 ya plantadas y representa casi del 2% del total nacional. Si bien la cifra puede parecer chica, es más importante que Salta y, lo que resulta más interesante aún, se ha incrementado sustancialmente a contar de 2.000. En una década se plantaron unas 2.185 hectáreas que, según un informe del Instituto nacional de Vitivinicultura, las 3/4 partes corresponden en la provincia de Neuquén, 1/5 a Río Negro, y el resto entre La Pampa y Chubut.


Esta última provincia reviste mucho interés. Sucede que hacia allá se desplaza la frontera de la vid, empujada por un doble movimiento en el escenario del vino Argentino: por un lado, el calentamiento global obligaría a buscar regiones cada vez más australes; por otro, la posibilidad de desarrollar un nuevo parque varietal y estilístico con uvas de zonas frías, como Riesling, Muller Thurgau, Chardonnay y Pinot Noir.


A la fecha hay al menos siete productores en la región de Lago Puelo, Bolsón y Paso del Sapo en la provincia de Chubut. Salvo el emprendimiento de Patagonia Wines, de Bernardo Weinert –propietario de la bodega homónima en Mendoza- todos son de poca escala aún, con un promedio de 1,5 hectáreas cada uno. Sumados, sin embargo, alcanzan las 35 hectáreas: cantidad suficiente para hacer unas 300 mil botellas.


El Hoyo en el mapa del vino
En 1998 Weinert compró una finca en el Hoyo de Epuyén, pocos kilómetros al sur de Bolsón. Lo animaba una visión concreta: si en el hemisferio norte las regiones vitícolas llegan hasta el paralelo 54º, resultaba difícil de creer que en nuestro país no hubieran viñedos más allá del Valle de Río Negro, a los 39º de latitud sur. Su visión era la de crear vinos australes de estilo europeo y comenzó con una plantación de viñas que hoy alcanzan las 26 hectáreas. En una lomada al pie del cerro, armó los viñedos y levantó una bonita bodega de madera.
Para la conducción de su proyecto contrató al ingeniero agrónomo y enólogo Darío González Maldonado. Con seis vendimias comerciales, la casa también avanzó con viñedos en Piedra Parada y Paso del Sapo, más al sur y hacia la estepa patagónica.


Un poco por el impulso que le dio Weinert a su proyecto, otro poco porque Maldonado empuja en la región, y otro poco porque los vinos resultantes entusiasmaron a algunos productores de fruta fina, cierto es que en los últimos cinco años despertó un pequeño polo vitícola en la provincia de Chubut, que ya llega a Santa Cruz, donde hay un viñedo experimental plantado en Los Antiguos, a orillas del Lago Buenos Aires. Estos son algunos de los productores que se lanzan a elaborar vinos:

Cavas del Sur, queda en el El Hoyo. Producen Chardonnay y Sauvignon Blanc, y sacan un bivarietal llamado "Pirque Custou", que no hemos probado aún.
Los Robles, Paso del Sapo. Cultiva Chardonnay, ya elabora una pequeña cantidad de vino con la marca "Orillas del Chubut".
Familia Fraschetti, El Bolsón. Cultivan Chardonnay y Pinot noir en la “villa turismo” y otra parte en Mallín Ahogado, con pequeña producción de Pinot Noir que sacan con el nombre “Familia Fraschetti”. De venta regional.
Cavas del Bosque, ubicado en Lago Puelo, tiene plantado Pinot Noir y Sauvignon Blanc. El viñedo está en etapa vegetativa aún.
Establecimiento Silva. También en El Hoyo, cultiva 1 hectárea de Chardonnay y Merlot. Lo interesante del caso es que se trata de un cultivo consociado con frambuesas. Algo novedoso, plantado en 2009.
Domaine Mazaredo: 1,5 has. plantadas con la variedad blanca Müller Thurgau, originaria de Suiza, en el Hoyo. El viñedo todavía está en etapa vegetativa.

Esta nota fue publicada por La Mañana de Neuquén el 28 de agosto de 2011

27 de agosto de 2011

¿Buscás tintos ligeros, frutados y fáciles de beber? Elegí Bonarda


Como catador y como bebedor, confieso que estoy un poco aburrido de los tintos solemnes y que, llegado el caso, o me tomo un blanco o un tinto ligero. Estos que van a continuación son algunos de los que bebí últimamente y que me parecen excelentes para paladaras amigos de la suavidad. 

La Puerta Alta Malbec-Bonarda 2009 ($35). Esta bodega riojana es un enigma para mi. Cada tanto le pruebo un gran vino que me gusta, del tipo que se beben a placer y sin fruncir en eltrecejo en gesto de intelección. Eso es exactamente lo quesucede con este tinto jovial, de aromática convincente y frutal, que te invita a empinar la copa y beberlo de a sorbos: pura y dura fruta, con el paso suave de los tintos pensados para el paladar antes que para ganar puntajes.

Colonia las Liebres Bonarda 2010 ($45). Uno de mis Bonardas favoritos, del que me gusta el combo frutal y de textura blanda que ofrece, combinado con un sabor intenso y persistente, en donde la fruta es todo. Es el que elijo en la carta del restaurante cuando quiero beber un tinto ligero y convincente. Cuatro personas en una cena se beben dos botellas entre la entrada y la sobre mesa.

Durigutti Bonarda 2009 ($47). Uno de los primeros varietales de Bonarda que me atraparon fue el de Héctor Durigutti. Un vino diáfano, frutal, con cierta concentración, pero que tiene el paso suelto y elegante, como para beberlo sin otra contemplación que la del buen gusto. Y este 2009 está en esa misma sintonía. Un tinto que funciona muy bienen la mesa.

Dato para el que no le gusta cocinar: pastas gourmet a domicilio

Ravioles, vienen rellenos de brócoli y tomatitos cherries.

En los últimos años aparecieron distintos servicios de pasta fresca a domicilio. De Sorsi a la Juvenil y Ripieni, cada vez más  casasde productoras se dedican a proveer pasta de calidad a domicilio. Hace poco probé (por segunda vez, debo confesarlo) las de Ripieni. Una delicia que, contra todo lo que puedas imaginar, no es cara. Si tenés ganas de comer unos capelettis rellenos de hongos y zanahorias caramelizadas o unos ravioles de cordero y pimiento, con salsas especiales, agendate esta web: ripieni.com.ar

El punto es que te solucionan una buena comida. Como hay que encargarlos con 24 horas de anticipiación, son una opción perfecta para cuando tenés que hacer una meeting en tu casa y no tenés idea de qué cocinar. Trabajan con ingredientes de primera calidad y la gente que los elabora sabe mucho de pastas.

 Gnochis  con masa de calabaza, rellenos de ricota y provolone.

A sus clásicas variedades, este año Ripieni le sumó los Gnocchi Ripieno, con opción de tres masas y dos rellenos:  Masa de espinaca, Masa de papa y relleno de jamón crudo, avellanas y espinaca o Masa de calabaza, relleno de  provolone, ricota y cebolla. El Kit degustación de Gnocchi es de tres cajas por $ 105  (valor individual por caja $ 45.00), y rinde tres porciones. 

Gnochis con masa de papa, rellenos de espinaca, jamón crudo y avellanas.

Los prové con varias salsas pero, los de masa de papa y rellenos de espinaca y  jamón, son un verdadero hit con manteca y avellanas tostadas. Conviene preguntar por esta salsa. Haceme caso.

Viene en porciones individuales de 200 gramos, o cajas de 30, 26 y 20 unidades, frescas o congeladas. También ofrecen un club de pastas… atento, porque para los fanas de esta comida es un plan perfecto. Toda la info está en la web, y sino, acá van los datos de contacto:

consultas@ripieni.com.ar
156.741.1249 / 156.124.0574

26 de agosto de 2011

Nuevo restaurante: L’Atelier de Céline, cocina francesa y a buen precio en San Telmo


Si tuvieras 28 años, una carrera trabajando en publicidad y vivieras en París, ¿largarías todo para poner un restaurante en Buenos Aires? Esa fue la pregunta que respondió con un sí rotundo Céline Demarcq. Y se vino a cumplir el doble sueño de viajar y vivir de la cocina. Así nació su atelier de la calle Carlos Calvo, que abrió en diciembre pasado y que es un lugar perfecto para salir en pareja o para una cena de amigos.

En una antigua casona de 1807 de dos plantas, y donde en otra época funcionara el recordado Repecho de San Telmo, Céline se puso manos a la obra. Primero para acondicionarla –en cada detalle se nota la mirada de un publicista-, con abundantes colores, luz dirigida y un tono très chic con mesas plagables y mantelitos celestes, en los que se leen canciones de Serge Gainsbourg, recetas de platos y poemas franceses.


Y luego para conseguir una oferta de comidas que supiera exactamente como ella quería: a hogar de la provence, con platos típicos como cazuela de conejo, cerdo con batatas dulces, cous cous y la infaltable sopa de cebolla.

El concepto es el de un restaurante almacén, donde cada producto que se come está a la venta. Hay desde aceite de trufas a hierbas aromáticas (atento con el combo provence, que lo usan en los platos y es un hit) y licor de cassis entre otras delicias.


La carta es sencilla y, contra todo lo que supone su acento francés, clarita como el español rioplatense. Siete entradas a un promedio de 25 pesos cada una, ocho principales que rondan los 55 pesos por plato, y otros tantos postres, tragos, picadas y un completo brunch para el domingo al mediodía. Y aquí hay que apuntar un dato clave: la terraza, que si ahora está apenas en desuso, en la primavera que se avecina será el lugar más habitado.

¿Qué comí?
Ni bien te sentás a la mesa traen un dip de berenjena con panes frescos. Bien, sabroso y con buen oliva. Pedimos:


Le Pâté de Campagne: terrina de paté ($25) con pepinitos encurtidos y ensalada de lechuga con cherries. Un plato rústico, pero que gracias al indefinible combo de hiervas aromáticas que lleva, obtiene un sabor etéreo entre  salvia y tomillo, que encanta. El contraste fresco del pepino le viene bien. Rica entrada, mejor en verano.

Le lapinou: cazuela de conejo ($58). Un guisado típico, con zanahoria, tomates, arvejas y unas cebollas encurtidas que le dan tono; panceta ahumada y por supuesto conejo. Un muy rico plato invernal, de esos que terminás pasándole el pan.


Le petit cochon Rose: bondiola de cerdo con batatas dulces cocidas en vino ($49). Un plato potente y expectorante a causa de su abundante pimienta rosada (semilla de aguaribay, en rigor), que conviene apartar para que no se vuelva invasiva. Sale con unas tiritas de hinojo confitado que le suman un muy rico detalle.


Postres hay varios, pero elegimos un Rouge, cheese cake de frutos rojos ($25), rica y contundente. También una tablita de quesos que me permito sobrerecomendar (si el término existe) porque los quesos están madurados en casa: el brie apenas amoniacal, pero fundido en su interior; un raclette suave, y un reblochon aromático y fuerte; todo con pasa de uvas, frutas y nueces.

Un lugar para tener en mente entre semana, tranquilo y con buena música. Tanto para un café como para un almuerzo o cena. Con un plus: durante este mes tiene un menú maridado de tres pasos que cuesta 160 pesos y sale con tres vinos.

Carlos Calvo 242, San Telmo / T.4361-1269
Martes a viernes / sábado por la noche / domingo del brunch al cierre.
Principales tarjetas

24 de agosto de 2011

Siempre hacen falta fotos de vinos: aquí un aporte a la comunidad

Estas son unas tomas que hice en un apuro... precisaba unas fotos y en los bancos de imágenes costaban una fortuna, y además son el mismo bodrio siempre. Me puse las pilas y acá están: tomas de vino en casa.



 

 


Se pueden pedir prestadas, e incluso "robar", eso sí: citen la fuente internautas. Es un gesto, nomás.

20 de agosto de 2011

Golosinas de uva: 8 vinos dulces para después de cenar

Tardíos y fortificados forman una rica categoría de vinos que se imponen para las noches de frío. Cómo beber tintos y blancos dulces y con qué comidas.


En argentina existe una vieja costumbre muy arraigada beber una copita de licor entre la cena y la cama. En los últimos años, sin embargo, una nueva categoría de vinos dulces, sea tardíos o fortificados, entraron en escena y les robaron parte del protagonismo a los licores. A diferencia de ellos, ofrecen un rico abanico de sabores. Si lo que busca es un vino para el postre, o uno que le permita cerrar la cena con quesos, nueces y avellanas, atento a las recomendaciones que siguen.

Norton Cosecha tardía 2010 ($21)
. Este 100% Chardonnay tiene el doble mérito de haber sido el primero y de conservar un precio de amigos. A diferencia del resto listado aquí, se bebe más como un vino blanco frío que como una golosina. Eso sí, con una porción de selva negra en una reunión familiar, es un caballito de batalla inmejorable.

Latitud 33 Tardío 2010 ($28). Corte elaborado con base a uva Semillón –la más típica para vinos dulces- este tardío de bodegas Chandon es dulce, aromático y refrescante. Frutado, ofrece una rica nota de ananá y cítricos maduros. A la boca es ligeramente dulce, mineral y con el paso refrescado de una rica acidez. Está muy bien, porque no aburre. Ideal con unos bombones de chocolate amargo.

Trivento Brisas de Otoño 2008 ($40). Elaborado con a base de Sauvignon blanc y Viongier, es aromático y destaca por su complejidad, con notas de mango, cítricos y maracuyá. Al paladar entra dulce y mineral, con un rica acidez. Lo que manda es la dulzura, con rica fruta en boca y elegancia. Perfecto para un postre casero hebras de alcayota, queso crema, nuez molida y un hilo de miel, con junto a dos hojitas de menta por toda decoración.

Graffigna Centenario Tardío Viognier 2007 ($51)
. En el terreno de los tardíos, este va en una categoría superior, y no sólo en precio. Dulce y untuoso, es dorado a la vista y se propone curiosamente tropical en sus aromas, con una rica nota de mango. Intenso, su secreto al paladar es el balance, con rica acidez. Ideal para el que no le gustan los tardíos, funciona bien para cerrar una cena con un picoteo de quesos: azul, morbier, algún brie amoniacal.

Ciclos Malbec Tardío 2008 ($54). La última moda en vinos dulces son los tintos tardíos. Aparecieron hace unos 5 años, tímidamente al principio, luego con creciente vigor. La mayoría son a base de Malbec, como este de Bodega El Esteco: perfumado, untuoso y con carácter, su buena acidez y paso fresco trabajan a la perfección en el paladar. Un vino perfecto para comer un típico “quesillo con cuaresmillo”, y hacer el maridaje salteño entre el origen del vino y del postre.

Saurus Pinot Noir Tardío 2008 ($75). Todavía único en su especie, este tardío de Pinot Noir elaborado en Patagonia por Familia Schroeder es una golosina de uva tinta. Con una dulzura bien balanceada en la acidez natural del vino, es untuoso y tiene el paso envolvente, condición ideal para acompañarlo con una tabla de chocolate amargo como los Grand Crus de Salgado, castañas de cajú o simplemente unas castañas tostadas en el horno.

Malamado ($80). Clásico, este vino acaba de cumplir diez años en el mercado. Se trata de un Malbec elaborado a la manera de oporto, por lo que resulta aromáticamente frutal, con las típicas notas de ciruelas del varietal, y arrobante al paladar por su kick licoroso (18% de alcohol), que el da potencia y calor a la boca. Nos gusta beberlo junto a una tableta de chocolate amargo, bombones y frutos secos como almendras y nueces.

Afincado Tardío Petit Manseng ($100). En nuestro país Terrazas es la única bodega que elabora esta rara variedad del sudoeste francés. Y lo hace con buen  mérito. Complejo, es un tardío impactante que cumple con todas las fantasías sobre un vino de postre: aromáticamente intenso, con cítricos maduros, pasas y notas de miel. En boca es amplio y suave, con una rica acidez mineral que lo hace cordial y le resta empalago. Rara exquisitez, es perfecto para quesos fuertes.

Esta nota será publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 21 de agosto de este año.

15 de agosto de 2011

La moda de los puntajes de vino llega a mercado

En Estados Unidos existe un sistema de crítica de vinos basado en puntajes que llegan hasta los 100 dígitos. Cada vez más bodegas locales apuestan a comunicar los puntajes que obtienen en ese mercado y ahora el consumidor se topa con ellos. ¿De qué se trata esta moda?
 

La semana pasada, en Mendoza, se llevó a cabo una curiosa degustación de vinos: con el nombre de “Premium Tasting, Parker–Tanzer’s Best”, unas 200 personas cataron 23 muestras de vino que obtuvieran más de 93 puntos en los rankings norteamericanos. Curioso recorte, la cata cimenta una nueva movida en el mercado local: el desembarco de los críticos internacionales y sus puntajes.

Hasta hace poco, hombres como Robert Parker, Jay Miller, Stephen Tanzer y James Molesworth eran completos desconocidos entre los consumidores de Vino Argentino. Ahora, que Argentina vende bien en los Estados Unidos, sus nombres circulan entre el público conocedor como héroes y villanos de la cata.
 
Los cuatro son norteamericanos y se ganan la vida puntuando etiquetas. Es decir, prueban vinos, escriben notas de cata y le otorgan un puntaje a cada uno, como una forma de solucionar en dos dígitos la dificultad de comunicar la gracia del vino a un público que no conoce la diferencia entre un tinto toscano y uno argentino.
 
El mecanismo es sencillo: ellos catan etiquetas que están a al venta en Estados Unidos y los catalogan en una escala de 0 a 100, de los que sólo revisten importancia los últimos 15 puntos. Sólo aquellas muestras que superan los 85 puntos llaman la atención del público. Y los que superan los 90, se venden como pan caliente, ya que se presumen mejores.

Basta un ejemplo para hacerse una idea de qué significa un puntaje alto. Karim Mussie Safie, enólogo mendocino que desde 2004 elabora sus vinos Altocedro, remaba contra la corriente como cualquier otro productor, hasta que su Malbec Reserva 2006 consiguió 90 puntos Parker. A partir de ese momento, los pedidos de su importador en Estados Unidos crecieron en forma automática y sus ventas se dispararon. Las 2.000 cajas de Malbec Reserva que pensaba vender en un año y medio se despacharon en ocho meses. Su nombre empezó a figurar en los rankings de nuevos productores y comenzaron a llamarlo importadores de otros países. Todo, gracias a un alto puntaje.

Multiplica puntos Parker
El más importante de los catadores mencionados, por su ascendente en el merado global, es Parker. Al frente del Wine Advocate, el medio que edita desde 1978 y en donde publica sus puntajes, ha ganado fama en el mundo entero. Amado y odiado por igual –según pondere o no los vinos de los productores- este hombre cuya nariz está asegurada en un millón de dólares tiene, según su biógrafa no autorizada, el poder de convertir diez puntos de su escala (los que van de 85 a 95) en 1,5 millones de dólares de diferencia en ventas. Así de fácil, así de poderoso.

De ahí, que Parker –y por añadidura su catador para Sudamérica, Jay Miller- están en el ojo de la tormenta. Denunciados por Mondovino, el documental de Jonathan Nossiter de 2004; llamado “El emperador del vino” por su biógrafa Elin McCoy; y ahora atacado por la periodista del New York Times Alice Feiring con su reciente libro “La batalla por el vino y el amor, o cómo salvé al mundo de la parkerización” (Tusquets, 2010), se los acusa de haber ejercido un poder tan vasto que llevó al vino a una suerte de estandarización “a su gusto”. ¿Y qué le gusta a Parker? La intensidad de color, el peso y la potencia de boca, la madera evidente y las notas ahumadas. Un estilo que parece dominante en la Alta Gama.

En cualquier caso, una cosa es cierta. Como apunta Feiring en su libro, cada vez más bodegas se ajustan a ese patrón, de paso el más exitoso en los Estados Unidos –hoy el mayor consumidor de vino del mundo-, cuyo paladar fue formado por la crítica especializada: de Parker a Stephen Tanzer –del International Wine Cellar- y James Molesworth, hasta hace poco el catador sudamericano de Wine Spectator, la revista líder que ha llegado a vender más de 1 millón de ejemplares al mes.

Así las cosas, el furor por los puntajes externos parece haber empezado una curva ascendente en nuestro mercado. La Premium Tasting marca el punto de inicio. Y los consumidores, ahora también tendrán que lidiar con los puntos Paker.

Esta nota fue publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 14 de Agosto de 2011

9 de agosto de 2011

Salí: a beber buen vino (y comer)


Los vinos más baratos del país: Aldo’s, a precio de vinoteca
Flamante apertura en microcentro, debe su nombre a Aldo Graziani, reconocido sommelier que escribe sobre vinos, tiene su propio programa de radio y elaboró las cartas de bebidas de importantes proyectos gastronómicos, entre ellos Casa Cruz y el Bistró de Faena Hotel + Universe. Esta es su primera apuesta como socio propietario.

Abrió a fines de mayo pasado, a muy pocas cuadras de Plaza de Mayo, y su propuesta convoca a turistas, empresarios, oficinistas y varios funcionarios de primera línea como Amado Boudou y Guillermo Moreno, que aprovechan la posibilidad de largas sobremesas con muy buenos vinos. Porque si una cosa resulta sorprendente en este restaurante es, justamente, su carta de bebidas. Cuarenta y dos páginas de vinos, incluyendo 500 etiquetas distintas, ordenadas por variedad y tipo. El sueño hecho realidad para cualquier enófilo. Arrancan en los 45 pesos y no tienen techo. Desde un espumante fresco y tirante como Norton Cosecha Especial ($53) a un Dom Perignon Vintage 2002 ($940). O etiquetas poco conocidas que apuestan a la relación calidad precio, como el excelente Kaikén Reserve Malbec 2009 ($45), el Barrandica Malbec 2009 ($53), o el impactante Jean Bousquet Grande Reserve 2008 ($83).

Pero no sólo se trata de variedad, sino de precios. No importa si el vino se elige para consumir in situ o llevarse a casa, en todos los casos el valor es el de la góndola de un supermercado. En rigor, más que un restaurante, Aldo’s es una vinoteca con buena oferta gastronómica.

Su estética cruza la imagen de un bar del Hollywood de los ’50 con una boutique moderna, en la que una barra de mármol separa dos salones muy blancos y las paredes están cubiertas por botellas de vino.

Y si bien la gran apuesta está en la copa, los platos también dicen lo suyo. Aldo’s propone una gastronomía escrita en porteño, desde desayunos con café y dos medialunas ($23) o huevos revueltos ($28), a sabrosos chivitos uruguayos ($40) para el almuerzo, junto con unos ricos ravioles de mascarpone ($52) o un potente cordero braseado al vino tinto ($58). Una gastronomía que no busca deslumbrar, sino acompañar la oferta de vinos. Ideal para una larga sobremesa donde la bebida nunca falte. Al mediodía, esto lo convierte en muy buen lugar para almuerzos de negocios o discusiones políticas. A la noche, para ir con amigos y saciar la sed.

Aldo’s queda en Moreno 372. Horario de atención: todos los días de 7 al cierre. Teléfono: 5291-2380.


Pizza con vino: Siamo nel Forno, 100% napolitano
Néstor Gattorna comenzó dedicándose al negocio de los accesorios del vino. Produjo bolsos de cuero para botellas, vendió sacacorchos nacionales e importados y hasta desarrolló una cuna decantadora que es una pieza de ingeniería. Pero un día la cabeza le hizo crack y decidió que lo suyo era la pizza. Con la obsesión propia del que quiere cambiar su vida, estudió en Italia con los mejores pizzaiolos napoletanos, trajo un horno a leña desde México –donde fabrican los mejores con losa volcánica– y seleccionó entre las harinas del mercado para dar con la ideal. Así, a principios de 2010, abrió en Palermo, no sin cierta ironía, Siamo nel Forno, una pizzería distinta a las porteñas. Una pizzería con espíritu de Nápoles.

Gattorna arranca todas las mañanas el amasado de la pizza, con al menos ocho horas de anticipación, según dicta la receta napolitana. Por la tarde caldea el horno con leña, y ya en el momento del servicio arroja dentro unas pizzas finitas en las que todos los ingredientes entran crudos y salen cocidos en exactos un minuto y medio, con piso crocante y burbujas de aire en la masa liviana.

Ofrece focaccia ($20, con oliva y romero, una entrada perfecta), Patate ($55, con láminas de papas, pimienta y queso peccorino, un manjar), Margherita ($46, mozzarella fior de late, tomate y albahaca), Spinaci ($60, con queso feta de cabra, parmesano, oliva extra virgen y espinaca cruda). Pocas variedades, pero todas impecables. Son pizzas muy delgadas y se debe contar una por persona para una cena correcta.

Pero Gattorna no abandonó su gusto por el vino. Seleccionó personalmente una serie ideal de etiquetas para comer con pizzas, en la que abundan tintos ligeros, fragantes y frutados, y blancos punzantes. Contra lo que pueda suponerse en un país de pizza&cerveza, aquí la apuesta va por los vinos. Y funciona.

En bodegas nacionales se puede elegir Amalaya Blanco 2010 ($58) y Punto Final Sauvignon Blanc 2010 ($75), dos fuera de serie, ideales para acompañar pizzas con vegetales. En tintos, el Malbec de Ricardo Santos 2008 ($90) para los que busquen sabores clásicos, o los muy frutados Colonia las Liebres Bonarda ($70) y Padrillos Pinot Noir 2009 ($72). También hay etiquetas importadas de Toscana y Chianti, denominaciones italianas que muestran su precio en euros. Pero si la ocasión amerita, por qué no gastarlos. Siempre es más barato que un viaje a Roma.

Siamo Nel Forno queda en Costa Rica 5886. Horario de atención: martes a domingos de 20 al cierre. Teléfono: 5290-9529.


Bodegón clásico con vinos incunables: Miramar, con 60 años de servicio
Ahora que los bodegones viven una suerte de revival, cabe hacer una aclaración: en Miramar no hay pose. No es una conveniencia del momento que en las paredes estén las mismas boiseries de la rotisería que abrió en esta esquina en 1950; ni es por pintoresco que las botellas de ginebra, Pineral y Ferroquina estén amuchadas en las estanterías de madera. Todo lo que está allí tiene al menos cinco décadas de ver pasar tangueros, poetas, diplomáticos, entusiastas y vecinos por sus mesas. Incluso lo que se bebe y se come es historia; ni caricatura ni homenaje, que son lo mismo pero con distinto signo.

Otros méritos de Miramar son sus ventiladores Marelli de 1920, el mostrador de mármol, la charcutería a la vista, el spiedo de leña y algunos habitués de carnet, como Frondizi, Olmedo y Piazzolla. No en vano en 2009 obtuvo el Premio de la Academia Argentina de Gastronomía al Mejor Bodegón Tradicional.

Fundado primero como rotisería cuando Perón entraba a su segundo mandato, Miramar fue el restaurante de la barriada durante décadas. El país cambió, la ciudad cambió, Boedo cambió. Pero Miramar sigue en la esquina de Sarandí y San Juan, ofreciendo clásicos porteños a buen precio.

Como entradas, las opciones incluyen berenjenas al escabeche ($15) y el jamón crudo de jabalí ($18), que ofrecen cortado a cuchillo directo de la pata apoyada sobre el mostrador. Entre los principales, célebre es el abundante rabo de toro ($47) que preparan con cebollas y morrones, y que sirven dos días después de cocido para que se deshaga al contacto con el tenedor. O el conejo a la cazadora ($45), tradicional plato desde que abrieron y que tiene sabor a clásico.

Con todas sus credenciales, Miramar esconde un detalle poco conocido: tiene una carta de vinos que envidiaría cualquier restaurante top de barrio top. Su sótano atesora joyitas nacionales e importadas, que en la casa llaman “los incunables”: Cavas de Weinert 1997, Patrón Santiago 1999, por citar dos ejemplos. Vinos raros y caros que no se encuentran con facilidad. También, para el bebedor de carne y hueso que no quiere gastar tanto, hay muy buenas opciones de la carta “moderna”: ricos y desconocidos vinos como el Familia Cecchin Malbec ($65), Alta Vista Premium Malbec (la botella de medio sale $50), o Viñas de Narváez, cuyo Cabernet Sauvignon 2009 ($50) es muy rico. Comer bien, beber bien. Mucho más no se puede pedir.

Miramar queda en San Juan 1999. Horario de atención: martes a domingos de 12 a 16 y de 20 al cierre. Teléfono 4304-4261.

La nota fue publicada originalmente en el Suplmento Radar de Página/12 el domingo 7 de agosto de 2011.

6 de agosto de 2011

Loco por el pan: L’Epi y un descubrimiento sin retorno


Desde que me mudé a Villa Ortúzar descubrí una panadería fuera de serie: L’Epi. La tenía de nombre, había leído la historia de los dos franceses que la fundaron y conocía de oídas los buenos panes que elaboran. Lo que no sabía, y supe el mismo día que me mudé, es que habría un antes y un después L'Epi.

Vengo de una familia de panaderos que le llamaban Letra “A” al pan. Y siempre he prestado especial atención en comprar buenos mignones, milonguitas y baguettes. Pero la boulangerie de Villa Otúzar es algo que está más allá del promedio porteño.


De partida, usan horno a leña, así es que el sabor del pan ya tiene un plus de otra época, algo entre el sabor del campo y los viejos hornos de barro, todo condensado en la costra crocante de los panes. El horno es el corazón de L’Epi. Tanto que a fines de agosto incluso harán visitas guiadas para conocerlo, porque es una pieza de museo en pleno funcionamiento.

El interior es sencillo, y destacan los canastos con panes y el armario con delicatessen.

Claro que no termina ahí la cosa. Como buenos artesanos, Bruno Gillot y Olivier Hanocq -a quienes seguro conozcas de ElGourmet.com- se toman su tiempo: la masa se elabora harina, agua, levadura y sal, ni un ingrediente más, y se la deja fermentar largamente para garantizar el tono elástico y esponjoso de la miga. Elaboran todo tipo de panificados, desde croissant a panes saborizados, pasando por galletas de manteca y focaccias. Pero a mi lo que me pierde son dos panes:



El Miche está entre mis favoritos, este lo compré hoy mismo.

El pan de campo: del que elaboran uno llamado Miche ($9), una pieza clásica que viene en dos versiones, de medio y de kilo. El punto de cocción hace que la masa sea esponjosa y la costra, crocante. No hay mejor desayuno que una tostada de un dedo de ancho de este pan, con un poco de queso crema o manteca y mermelada. Y a media mañana o media tarde, un sándwich con queso y jamón cocido, regado con oliva o con mostaza, es la gloria. 

Pan de salvado: es un lingote de casi un kilo ($11), de una masa morena, porosa y llena, llenísima de semillas de salvado. El plan perfecto es comprar un buen jamón crudo, una rúcula fresca y hacer unos canapés previos a la cena, bien regados de oliva y pimienta. El otro plan inmejorable, es con mostaza de dijón y lever.


Más info en lepi.com.ar.

Roseti 1769, Villa Ortúzar / 4552 6402  / 
Martes a Sábado, de 7.30 a 19.30 / Domingos de 9 a 13.
Montevideo 1567, Recoleta  / 4812 1390 / 
Martes a Sábado, de 8.00 a 20.00 / Domingos de 9 a 13.

Novedades: 8 flamante etiquetas de vino llegan al mercado

En el mes de julio la góndola nacional vuelve a ser foco de las bodegas. Nuevos productos y cosechas ven la luz. En esta reseña, ocho etiquetas que vale la pena conocer.


Julio es un mes importante para el mercadeo del vino. Como algunos productos del año ya están terminados y el calendario internacional de presentaciones llega a su fin, las bodegas empiezan a ponerle el ojo a la góndola local y afilan sus productos. Así, durante el mes pasada aparecieron nuevas etiquetas, recambios de cosechas y los primeros blancos vieron la luz. Estos son algunos de los vinos nuevos que vale la pena conocer.

Familia Tipo 2010 ($19,90) viene a patear el tablero. Y para hacerlo, la bodega Cuarto Surco razonó así: “si nosotros estamos aburridos de hacer lo mismo que todas las bodegas en materia de etiquetas, nos ponemos las pilas y hacemos algo distinto”. Y lanzaron Familia Tipo, con una etiqueta caricaturesca; son uno blanco y otro tinto, del que nos gustó este último: es frutal, con notas de mermelada, y tiene el paso delgado y cordial. En relación calidad precio, un hit.

Viña de Narváez Cabernet Sauvignon 2009 ($33). Interesante novedad la de esta marca: primero, incorpora el nombre de la bodega Rosell Boher a sus etiquetas, en lo que ha sido un largo proceso de filiación entre ambas, ya que siempre se manejaron por separado; segundo, cambia su estética hacia un producto más limpio. Lo que no se corrió ni un milímetro es el estilo del vino, cuyo flamante 2009 sigue siendo excelente, a un precio muy lógico.

Séptima Sauvignon Blanc 2011 ($38). Ya es costumbre que uno de los primeros Sauvignon que llegan al mercado es el de Séptima: proveniente de Mendoza y cosechado a lo largo de todo febrero, está elaborado con distintos puntos de madurez y ofrece notas herbales y frutales a la nariz, con una boca de acidez filosa. Ideal para beber ahora, con una fondeu de queso.

Riglos Quinto Sauvignon Blanc 2011 ($75)
. Nuevo línea de vinos presentada por bodega Riglos, saldrá a la venta a mediados de agosto. Está compuesta por un Malbec y Sauvignon blanc, elaborados con uvas de la Finca Las Divas, en Valle de Uco. El blanco destaca por su aromática cítrica y acidez nerviosa, típicas del varietal cuando proviene de zonas frías. Paladares sensibles al hielo, abstenerse.

Ruca Malen Reserva de Bodega 2009 ($85). Hay bodegas que se toman las cosas con su debida paciencia; la mendocina Ruca Malen está entre ellas. Establecida en 1998 por Jean Pierre Thibaut y Jacques Louis de Montalembert, demoró once cosechas en sacar su primer blend: un complejo y jugoso vino a base de Cabernet Sauvignon, con aportes menores de Syrah, Malbec y Petit Verdot. Como todo lo que se ha hecho esperar, premia.

CXV Cientoquince assamblage tinto 2009 ($90). Lanzado en 2007 para el aniversario de la fundación de Bodega La Rosa, la tercer cosecha de este tinto, que acaba de llegar a la góndola, combina uvas de Valle de Uco y Luján de Cuyo y logra un perfil high class: desde la fruta bien ensamblada a la madera –evidente en una nota de vainilla a la nariz- gusta en boca por su carnosidad, frescura y paso sosegado.  Perfecto para bebedores clásicos.


Saurus Barrel Fermented Pinot Noir 2008 ($95). Vino icónico de Familia Schroeder, este Pinot elaborado con el clon R4 (que da tintos carnosos y aromáticos), es la quintaesencia de lo que la casa tiene para ofrecer: un fragante y bien balanceado tinto, que fue fermentado y criado en barricas de roble francés. Ideal para quien busque elegancia.

Bramare Cabernet Sauvignon 2009 ($149). Es verdad, hay que desembolsar unos pesos. Pero la gente de Viña Cobos lo sabe y por eso lanza esta nueva cosecha de su Cabernet, uno de esos que no dejan lugar a dudas ni de lo que valen ni de lo que ofrecen. Combo perfecto de fruta roja, carácter levemente vegetal y taninos firmes y finos, el vino es jugoso y de gran final de boca.

Esta nota será  publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 7 de agosto.

30 de julio de 2011

El club de las bodegas centenarias

En nuestro país hay una docena de bodegas que funcionan desde el siglo XIX. ¿Quiénes fueron los sus pioneros del vino argentino y qué aporte  hizo cada uno para tener vigencia por más de un siglo?

Sala de cubas bodega Sana Ana
 
La semana pasada Bodegas Santa Ana cumplió 120 años. En Europa el dato podría pasar desapercibido, pero en nuestro país, donde las condiciones económicas y políticas cambian en promedio cada 10 años, no es algo menor. Lo interesante es que Santa Ana no está sola: son poco más de una decena casas vinícolas que han superado la barrera de los cien años. Las principales, son:

Familia Goyenechea: conducida y modernizada por la quinta generación familiar, esta casa de Villa Atuel, en el sur de Mendoza, fue fundada por los inmigrantes vascos Santiago y Narciso Goyenechea en 1868. La construyeron como una bodega pueblo, porque en esa época no había nada en kilómetros a la redonda. Conserva la vieja infraestructura: unas 50 casas, la capilla, la escuela.

Bodega Graffigna: el inmigrante italiano Santiago Graffigna construyó su bodega en 1870 en San Juan. Única de las centenarias con sede en esa provincia cuyana, íconos de su producción fueron los vinos generosos Don Santiago y los vinos de mesa Colón. La empresa pertenece al grupo francés Pernod Ricard.

Bodega Trapiche: Tiburcio Benegas fue uno de los ases de la industria. En 1883 creó la casa que llegaría a ser ícono de argentina en el mundo. En su larga historia, fue una de las pioneras en la exportación (hacia 1920 tenía marcas en 20 países) y algunas de sus etiquetas, como Fond de Cave, también son centenarias. Hoy pertenece al grupo Bemberg.

Bodega Escorihuela:
en 1884 Don Miguel Gascón fundó esta casa en Godoy Cruz, Mendoza. Legendaria hacia la década de 1940, su vino Pont L’eveque era el favorito de Juan Domingo Perón. Tiene uno de los toneles más hermosos que se hayan importado al país, aunque  actualmente está enfocada a la producción de varietales de alto precio. Pertenece a la familia Catena.

Sala de antiguas cubas y toneles, Bodega Santa Ana.

Bodega Santa Ana: caso ejemplar de bodega innovadora, en 1891 el italiano Luis Tirasso –el otro as, junto con Benegas- construía la casa que fuera pionera en la elaboración de espumantes, en incorporar luz eléctrica y en plantar Syrah. También lanzó los primeros vinos embotellados y su selección Santa Ana llegó a vender 36 millones de botellas año. De la mano del Grupo Trapiche, hoy es una pieza clave en la exportación de alto precio con marcas como La Mascota.

Bodega Michel Torino: fundada por los hermanos David y Salvador Michel en 1892 en Cafayate, Salta. Su antigua bodega La Rosa es un impactante ejemplo de cómo se hacía el vino en una región montañosa a la que nunca llegó el ferrocarril. Modelo de factoría, los toneles de fabricación doméstica eran de áspero algarrobo. Con otro rumbo, hoy la empresa pertenece al grupo Trapiche.

Bodega Norton: en 1895 el ingeniero británico Edmund James Palmer Norton sacaba un pie del ferrocarril que lo trajo a la argentina y elegía Perdriel para levantar un viñedo y una finca. Desde entonces, la bodega que lleva su apellido se cuenta entre las que exportaron el primer Malbec (1974) e introdujeron los vinos de Cosecha Tardía. Perdriel Caramañola es el ícono de esta historia.

Bodega La Rural: Felipe Rutini levantó su bodega 1895 en Coquimbito, Maipú, y la llamó La Rural porque estaba en un páramo. En sus primeros cien años, la casa dejó una fuerte impronta en el mercado porteño y desde la década pasada desarrolla algunas de las marcas más exportadas, como Trumpeter. Pertenece a una sociedad anónima.
 
Actual sala de barricas Bodega Santa Ana.

Bodega López: en 1898 el malagueño José López Rivas puso el primer ladrillo de esta casa, que ha permanecido en manos de López desde el primer día. Gente de ideas inamovibles, crearon el estilo de sus vinos en 1927 cuando importaron grandes toneles de Nancy, Francia. Pocos tiempo después aparecía el primer Chateau Vieux. Vasco viejo es su hit de ventas.
 
Bodega Leoncio Arizu: familia de larga tradición vitícola, los Arizu comprenden dos ramas, la de Balbino y la de su sobrino Leoncio Arizu. Este último fundó su bodega en 1901, que trasladó luego al viejo molino harinero donde hoy está emplazada Luigi Bosca, en manos de la cuarta generación familiar, quienes la enfocaron hacia el negocio de la calidad trazando un camino ejemplar.

Humberto Canale: el ingeniero que le da nombre a la bodega la fundó en 1909. Piedra angular del vino patagónico, incorporó las primeras variedades y los conocimientos para su cultivo en la región. Conducida por la cuarta generación de Barzi Canale, que la modernizó y condujo hacia la exportación, en nuestro país su vino más querido Marcus Merlot, un clásico sin fisuras.
 
Finca Flichman: Sami Flichman creó su empresa en una hondonada del río Mendoza, en la zona de Barrancas, Maipú, en 1910. Su hijo Isaac, sin embargo, es el visionario del negocio. Puso foco en Syrah y Cabernet Sauvignon y lanza a fines de los años cuarenta, con enología del prócer Roberto de la Mota, su Caballero de la Cepa. Hoy, la empresa está en manos del gigante portugués SOGRAPE.

Esta nota será publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 31 de julio de 2011.

Para almorzar rico y con onda: Mill Café


Si sos de los que les gusta la onda de la vajilla desparejo y los sandwiches servidos en tablas y anunciados en pizarrones, este lugar es para vos. Una vieja esquina de Villa Crespo, que conserva el espíritu del barrio con sus techos altos, su barra de madera y la estantería de madera cruda. Pero lo mejor, sin dudas, son los grandes ventanales que que llenan el lugar de pura y blanca luz solar.

Mill Café abrió en de abril de este año, en la esquina de Castillo y Scalabrini Ortiz, en una zona que crece rápidamente: un poco por los outlets escondidos en Aguirre, otro poco porque es zona de productoras de TV, cierto es que el barrio ha ganado mucho movimiento en los últimos años.

Cualquiera sea el caso, en Mill se almuerza rico, rápido y fresco. Ofrecen en un menú diario a 35 pesos, que sale con limonada en unos 15 minutos, que si bien no es un hallazgo en materia gourmet es un hit en relación calidad precio. También los desayunos y meriendas están pensados para que comas rico y a precios módicos (16 pesos).


¿Qué probé?
De la pizarra me tentó el sándwich de jamón crudo, queso y albahaca, con una ensaladita de verdes. El pan estaba tibio y crocante, y el resto de los productos bien sabrosos.
Wrap de pollo que, para que nos entendamos es una suerte panqueque salado,  viene relleno un salpicón de ave y lo sirven con un dip guacamole.
Quesadillas crocantes, también rellenas de pollo, vienen acompañadas de unos nachos y guacamole.


Con capacidad para 50 cubiertos, el secreto del lugar es su calidez y su propuesta sencilla y decontrcté, en la que podés desayunar un revuelto de huevos o un café con medialunas, almorzar una bruschettas de salmón o una pizzas finnitas y de rúcula, y por la tarde elegir las tostadas de panes de campo. Anuncian ensaladas originales para la primavera.


Mill abre de lunes a sábados de 8 a 20 horas.
Scalabrini Ortiz 801, esquina Castillo
T. 4777-9229
Medios de pago: sólo efectivo

28 de julio de 2011

Tendencia en vinos tintos: cada vez hay más Malbec cortado con variedades atípicas

Cabernet Franc, Syrah y Pinot Noir son algunos de los varietales que vienen a sumarse al corte ya clásico con Cabernet Sauvignon. Buscan aligerarle el paso carnoso al Malbec y darle más expresión aromática. Una tendencia que crece.

  Una ilustración sencilla, salida de la fábrica de Bienes Jugosos
 
En el mundo del vino existe una convicción contradictoria. Mientras que el mercado está armado en torno a vinos varietales, tanto la prensa especializada como las bodegas y los consumidores nos damos cuenta de una verdad evidente: los vinos de corte blend o assemblage siempre ofrecen más y, a veces, por menos plata.
De ahí, por ejemplo, que en nuestro mercado se llegue a hablar de vinos bivarietales, cuando en rigor estamos hablando de blends a secas. Y en materia de cortes, el Malbec parece explorar una nueva ruta en las últimas cosechas. Su compañero histórico es el Cabernet Sauvignon, con el que forman el corte bordelés explorado hasta la perfección, como si el Malbec pudiera aportarle un costado femenino al siempre viril Cabernet Sauvignon, corte del que hay sobrados grandes ejemplos. Pero ahora la cosa va por nuevos compañeros de fórmula: Cabernet Franc, Syrah y Pinot Noir marchan a la cabeza.
La explicación de esta nueva modalidad atiende a una triple vertiente. Por un lado, la creciente malbequización del marcado, que motiva ventas positivas de todo lo que diga Malbec en la etiqueta. Por otro, la escacez del varietal insignia, cuyas exportaciones y consumo interno crecientes hoy superan a la oferta, como se ha afirmado en este mismo diario tiempo atrás. Y un tercer motivo, el que más nos interesa, que busca renovar el paladar el Malbec, ya que es un vino que tiene pocas posibilidades gustativas, al menos en los estilos dominantes en que se lo encuentra en el mercado.
Así las cosas, en los últimos años fueron apareciendo, primero a cuentagotas, algunos nuevos blends de base Malbec, que salían del corte bordelés clásico y exploraban nuevas vertientes. Hoy, por ejemplo, está de moda su amalgama con el Cabernet Franc.

Malbec-Franc
Desde la aparición de Gala 4 2008, el gran vino de Luigi Bosca, a la fecha, nuevos vinos apelan al combo Malbec-Franc. Sin ir más lejos, este mes se conocieron los vinos del conductor televisivo Jorge Rial, cuyo top Rocío Moreno 2009 es un corte 60%-40% de Malbec Franc. A ellos viene a sumarse otra novedad, Fangio Legend 2009, un tinto que lanzado con motivo del centenario del nacimiento de Juan Manuel Fangio y que se consigue a cuenta gotas en el mercado.
El secreto de este combo varietal hay que buscarlo en la buena combinación que hacen, donde el Malbec aporta sus taninos suaves, su cuerpo mullido y boca sucrosa, y el Cabernet Franc suma aromática diáfana y especiada, acidez rica y jugosa y un paso ligero que le quita gordura a su par.

Malbec-Syrah
Otra vertiente interesante en los cortes. Aquí, el blend busca potenciar la sucrosidad de ambas, pero sumarle a la solemnidad del Malbec cierto exotismo típico del Syrah. Y los resultados son fantásticos, sobre todo en aquellos que provienen de zonas frías, que tienen buena acidez y no son golosos como los sanjuaninos. Infinitus Malbec Syrah 2008 es un referente, que se renueva cada cosecha desde 2003. A él se suman Trumpeter Malbec Syrah 2009, Lurton Alcataya Malbec Syrah 2006, ricos tintos.

Malbec-Pinot Noir
A primera vista parece un corte raro: ¿cómo combinar la elegancia remanida del Pinot con la gordura apenas fofa del Malbec? Y sin embargo esa es la gracia principal del blend: adelgazar a una y engordar a la otra, logrando un combo frutal de paso blando, textura tersa y buen jugo. En esa línea, el primer tinto fue Familia Schroeder 2004, que combinaba el 54% de Pinot Noir y el resto de Malbec. Como él, bodega Séptima explora el corte con un Séptima Rosé Malbec-Pinot 2010. Y tenemos noticias de algunos más en camino, ahora que los cortes a base de Malbec están en alza.

Esta nota fue publicada el 24 de Julio en La Mañana de Neuquén.