Con esta foto, queda oficialmente inaugurada -en lo que respecta a Bien Jugosos- la Telescuela Vínica. Una escuelita enófila a distancia que busca desasnar sobre los problemas universales del vino, que siempre quedan bien en una sobremesa, una charla con los jefes o para el "chamuyo", pasatiempo nacional.
Ahora bien: ¿qué fue lo que le sucedió a este vino? Claramente el corcho se eleva medio centímetro desde el pico de la botella. Como el capuchón no cedió del todo a su empuje, el aspecto final es el de una suerte de Jorobado de Notre Dame que no se lo van a vender a nadie. Y si así fuera, es seguro que ese alguien no leyó este post.
Pensemos:
a) Si tuviera gas, seguro podría haberse provocado esta catástrofe. Pero no, no tiene gas.
b) Si el tapón fuera malo podría haberse deslizado -por gravedad o por la ley de Galileo Galimberti-. El tapón es buenísimo pero, como decía Tusán, puede fallar.
c) El vino creció en determinado momento.
En efecto, c) es lo que sucedió. Sometido a las altas temperaturas de Enero, seguro en el transporte hasta mi casa, o incluso antes, el vino se dilató tanto que empujó al tapón hacia afuera. Recordemos que el alcohol tiene un coeficiente de dilatación térmico muy alto: no en vano, reemplaza al mercurio en los termómetros (dato perfecto para el chamuyo).
El punto central a recordar es que, todo vino sometido a altas temperaturas, se dilata dentro de la botella. Si el tapón no está correctamente colocado, o bien el calor es excesivo, se produce este efecto de "ariete" y finalmente se eleva como una joroba. Y en ese caso, lo más probable es que el vino esté hecho percha, porque cada vez que el tapón se corre, las posibilidades de que le entre aire son crecientes.
Conclusión: no compren nunca una botella así. Fin del capítulo de hoy, no sin antes dejarles una enseñanza para todos los amantes de la Técnica: pinchen acá.