Hace poco menos de 24 horas que llegué a Bélgica de visita –acá vive mi hermana Laura, bailarina- y ya tengo probadas unas 7 cervezas post jet lag. No se trata de ningún desborde: en la patria de la birra, no hay nada más fácil que probar y probar una y otra marca, ya que Antwerpen (Amberes, para los amigos), la ciudad en la que estoy, la cerveza es una pasión tan honda como demostrada.
En el pub que conseguí abierto un lunes –aquí la gente trabaja cuando quiere y como quiere, pero definitivamente el lunes no es día de pub- tuve mis primeras impresiones de Bélgica: nada menos que cuatro cervezas diferentes en 40 minutos. Cada una con su identidad gustativa –unas en las que el lúpulo manda gusto amargo, otras frutadas, unas pocas aromáticas y ácidas-, pero todas, sin excepción, servidas en una copa especial. Nada de ritual de la perfección a los Stella Artois –dicho sea de paso, también oriunda de Bélgica- sino un servicio prestado por el bar tender al cliente: cada copa se moja en un bacha, se escurre y luego se le sirve la cerveza fría (aunque muy lejos de helada), de forma que toma abundante espuma. Lo mejor, sin dudas, es que emplean copas diferentes para cada cerveza. Algo más atado al marketing que al sabor, pero que da una clara idea diferenciada del producto.
Probé:
De Koninck: una cerveza apenas colorada, ácida, con buena intensidad aromática y gusto cárnico. No le digan a nadie, pero recuerda a un rico caldo de pollo.
Lindemans Krieck: no es rica, es dulce. Típica cerveza para señoritas, con gusto tal gusto a cereza que recuerda a las Menthoplus de cereza, pero sin la parte de Mentho. Claro, es una cerveza saborizada. No garpa.
Trapist Westmalle: importante cerveza, negra de aspecto, con espuma abundante y buen cuerpo, que con sus 8 grados de alcohol suma volumen y presencia en boca. Desde el punto de vista gustativo, lo más atractivo es su esponjosidad y persistecia. En toco caso, el punto negativo está en ser un pelín dulce.
Orval: como dijo el barman, una cerveza a la antigua usanza; puro y duro sabor a lúpulo, algo floral y con buen amargor. Repetiré, sin dudas.
Después, de vuelta a casa de mi hermana, compramos:
Leffe, una Tripel con buen sabor, aromática y cremosa, en la que despunta una nota de caramelo; nada mal, para repetir, sin dudas.
Haegaaden Grand Cru, rubia de buen cuerpo, con boca elegante. Me recordó a la simpleza de algunas cervezas de trigo, pero es 100% malta. Repito de una.
Y una Chimay Tripel, de puro cabezón, para darme un gusto conocido. Pero, hete aquí que no sabe igual a la que se importa a Argentina. Elaborada por los monjes Trapenses: esespumosa y de un largo final amargo.
Mi primera y única conclusión es que, en materia de cerveza, en Argentina aún estamos lejos de la diversidad de Bélgica, algo así como la patria de la birra. Eso sí, no duden en que me sacrificaré para conocer algo más de las cervezas belgas. En todo caso, los bares que hoy estaban cerrados… reabrirán mañana.
3 comentarios:
Excelente, tuve la suerte de estar en noviembre y me sorprendió la variedad y calidad de cervezas de bélgica. Y respecto de las copas, me deje llevar por el marketing y traje me traje algunas. Al que le gusta la cerveza, y anda por europa no se lo puede perder! JP
Uhh! Cervezas belgas, las mejores sin duda.
Uhh que buena onda!!! Y si acá nos falta muchísimo para probar buenos productos cerveceros. Saludos!
Dani
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