El aumento de los importados, la caída de las ventas masivas, el consumidor de una botella a la semana, restaurantes monovinos y algunas perlitas más.
El mercado argentino de vinos es competitivo, duro y difícil, pero también glamoroso, ameno y atractivo. Con un alto volumen de ventas y de sofisticación, encierra algunos casos curiosos que llaman la atención. Listamos seis ejemplos para conocer la otra cara del mercado. Pasen y lean:
Importados a precio local. Los importados, lejos de recuperar su valor de 2001 (500 mil cajas), cuya oferta la mega devaluación pulverizó, muestra un crecimiento sostenido desde 2003 y hoy casi triplica los montos de entonces: 168 mil cajas de 6 botellas, según el IWSR, con una tasa de crecimiento del 54% interanual. El dato ha retener, sin embargo, funciona de forma indirecta: hay un mercado de vinos caros, para público ABC1, con demanda creciente para nacionales e importados. Lo interesante es que ahora compiten entre sí como un efecto derivado del precio. Según Alejandro Iglesias, sommelier de Club Bon Vivir, se pueden conseguir buenas etiquetas importadas por menos de 150 pesos: Montes Alpha Carménère 2009 (Colchagua, Chile), Artezin Zinfandel 2008 (California, EE.UU.) o Trimbach Riesling 2009 (Alsacia, Francia). También hay más caros, claro.
Una vez por año. Contracara del dato anterior, en un estudio de Ipsos, la consultora de investigación de mercado de Mora y Araujo, sobre frecuencia de consumo de vino de gama media y alta (de 15 a 30 pesos) que abordó a 910 encuestados, obtuvo resultados contundentes: sea hombre o mujer, de 18 años en adelante, el 65% de la muestra compra una botella de vino una vez por semana. Hablamos de segmentos C1, C2, C3 y D, es decir, la mayoría de la población argentina con alguna capacidad de compra. Si la misma pregunta se hace sobre el nivel de precios siguiente, es decir, de más de 31 pesos, la frecuencia cambia a una vez al año o nunca.
Nacen nuevos vinos. Empujados por la inflación, los costos crecientes llevan a las bodegas a abrir su porfolio de marcas. Especialmente las que ascienden hasta 20 pesos, que resultan las más castigadas. Y así aparecen nuevos vinos en ese segmento de precio: como Michel Torino Colección Bivarietales, que suponen un ajuste de precio-calidad para los vinos de las bodegas. En la misma sintonía, los cambios de precio obligan a reposicionar marcas, de forma que en el segmento de 60 pesos a 90 pesos se da un hueco de ventas que se llenará en este período: los lanzamientos de Riglos Quinto y Huberto Canale Old Vineyard son dos ejemplos claros.
Menos ventas, más caros: un fenómeno de largo plazo que se verifica en el vino argentino es la caída del consumo en los básicos y el aumento en las ventas de los segmentos de precio alto. Mientras los segmentos Ultra y Súper Premium –como referencia, arriba de 70 pesos, con marcas como Familia Schroeder, Luigi Bosca, Alegoría- las ventas crecen a un ritmo del 13 y 9% anual según IWSR, con un volumen de ventas que oscila entre 20 mil y 700 mil cajas de seis botellas respectivamente para los ultra y súper premium.
Restaurantes Monocarta: la presión en las ventas ha llevado a que los restaurantes –especialmente en Capital Federal- muevan sus fichas en el asunto y consigan jugosos descuentos si se “adhieren” a una bodega. En ese sentido, hay cartas como la del restaurante Malvón, que sólo ofrece vinos de una bodega. Mientras que otros, sólo los ofrecen de una distribuidora. La batalla por las ventas ahora le juega en contra al consumidor, ya que la tendencia pareciera indicar que habrá cada vez más casos de estos.
Burbujas en alza: con al menos 70 referencias en la góndola y una atomización de precios, la naturaleza de la demanda de burbujas ha cambiado. Según las empresas productoras es difícil encontrar fidelidad a una marca –como sucedía antes- pero también es difícil conservar a un nuevo consumidor. El precio es una barrera muy concreta, lo mismo que el consumo nocturno. Jugadores de peso como Chandon, Navarro Correas y Nieto Senetiner observan fenómenos de venta como Novecento Cuvee. Mientras que la oferta de espumantes dulces, como Deseado, se perfila como una variante interesante, con nuevas marcas como Cosecha Tardía de bodega Norton.
Importados a precio local. Los importados, lejos de recuperar su valor de 2001 (500 mil cajas), cuya oferta la mega devaluación pulverizó, muestra un crecimiento sostenido desde 2003 y hoy casi triplica los montos de entonces: 168 mil cajas de 6 botellas, según el IWSR, con una tasa de crecimiento del 54% interanual. El dato ha retener, sin embargo, funciona de forma indirecta: hay un mercado de vinos caros, para público ABC1, con demanda creciente para nacionales e importados. Lo interesante es que ahora compiten entre sí como un efecto derivado del precio. Según Alejandro Iglesias, sommelier de Club Bon Vivir, se pueden conseguir buenas etiquetas importadas por menos de 150 pesos: Montes Alpha Carménère 2009 (Colchagua, Chile), Artezin Zinfandel 2008 (California, EE.UU.) o Trimbach Riesling 2009 (Alsacia, Francia). También hay más caros, claro.
Una vez por año. Contracara del dato anterior, en un estudio de Ipsos, la consultora de investigación de mercado de Mora y Araujo, sobre frecuencia de consumo de vino de gama media y alta (de 15 a 30 pesos) que abordó a 910 encuestados, obtuvo resultados contundentes: sea hombre o mujer, de 18 años en adelante, el 65% de la muestra compra una botella de vino una vez por semana. Hablamos de segmentos C1, C2, C3 y D, es decir, la mayoría de la población argentina con alguna capacidad de compra. Si la misma pregunta se hace sobre el nivel de precios siguiente, es decir, de más de 31 pesos, la frecuencia cambia a una vez al año o nunca.
Nacen nuevos vinos. Empujados por la inflación, los costos crecientes llevan a las bodegas a abrir su porfolio de marcas. Especialmente las que ascienden hasta 20 pesos, que resultan las más castigadas. Y así aparecen nuevos vinos en ese segmento de precio: como Michel Torino Colección Bivarietales, que suponen un ajuste de precio-calidad para los vinos de las bodegas. En la misma sintonía, los cambios de precio obligan a reposicionar marcas, de forma que en el segmento de 60 pesos a 90 pesos se da un hueco de ventas que se llenará en este período: los lanzamientos de Riglos Quinto y Huberto Canale Old Vineyard son dos ejemplos claros.
Menos ventas, más caros: un fenómeno de largo plazo que se verifica en el vino argentino es la caída del consumo en los básicos y el aumento en las ventas de los segmentos de precio alto. Mientras los segmentos Ultra y Súper Premium –como referencia, arriba de 70 pesos, con marcas como Familia Schroeder, Luigi Bosca, Alegoría- las ventas crecen a un ritmo del 13 y 9% anual según IWSR, con un volumen de ventas que oscila entre 20 mil y 700 mil cajas de seis botellas respectivamente para los ultra y súper premium.
Restaurantes Monocarta: la presión en las ventas ha llevado a que los restaurantes –especialmente en Capital Federal- muevan sus fichas en el asunto y consigan jugosos descuentos si se “adhieren” a una bodega. En ese sentido, hay cartas como la del restaurante Malvón, que sólo ofrece vinos de una bodega. Mientras que otros, sólo los ofrecen de una distribuidora. La batalla por las ventas ahora le juega en contra al consumidor, ya que la tendencia pareciera indicar que habrá cada vez más casos de estos.
Burbujas en alza: con al menos 70 referencias en la góndola y una atomización de precios, la naturaleza de la demanda de burbujas ha cambiado. Según las empresas productoras es difícil encontrar fidelidad a una marca –como sucedía antes- pero también es difícil conservar a un nuevo consumidor. El precio es una barrera muy concreta, lo mismo que el consumo nocturno. Jugadores de peso como Chandon, Navarro Correas y Nieto Senetiner observan fenómenos de venta como Novecento Cuvee. Mientras que la oferta de espumantes dulces, como Deseado, se perfila como una variante interesante, con nuevas marcas como Cosecha Tardía de bodega Norton.
4 comentarios:
EXCELENTE !!! nota !!
El tema restaurantes y Bodegas es un tema complicado...
Un abrazo
Gracias!
Y sí, un teman tan complicado como que son gato y ratón en una misma jaula y junto a otras alimañas: a veces tiene que apoyarse y otras, devorarse.
Salú!
aguante el uvita clericó
Como vos digas, Rodrigo, ahora, debe hacer como 16 años y una mala expericnacia que no consumo productos así.
Salú!
Publicar un comentario