Con la cosecha en plena marcha, algunas cuestiones cobran nueva relevancia en el mundo del vino. El precio de la uva, los estilos, cambio de manos y el escenario económico son algunos de los principales ejes.
Cosecha y vendimia. Llega el momento de cosechar y, como todos los años, la ansiedad del momento genera más dudas que certezas. Con un pronóstico de vendimia del Instituto Nacional de Vitivinicultura poco alentador –estima una caída generalizada respecto de 2011, con picos del -17% para Mendoza, -33% en San Juan–, nadie se anima a arriesgar un precio para las uvas. Algunas fuentes, por su parte, aseguran que debido al stock de vinos de calidad remanente de 2011 las top no costarán más que el año pasado (entre 0,50 y 1 dólar el kilo), aun con un escenario de mermas generales en la producción.
Alcohol y madera. El Seminario Internacional de Vinos & Estilos Exitosos 2012 –organizado la semana pasada por el sitio especializado Área del Vino- puso sobre el tapete un eterno tema de discusión: el aumento del alcohol en los vinos argentinos, sumado al abuso de la madera. Tema de nunca acabar, en las diversas ponencias se evidenció cierta búsqueda a la morigeración de ambos elementos. Algo que la vendimia de este año –con su verano cálido– podría complicar desde el aspecto técnico.
Precios ascendentes. Los argentinos tenemos gimnasia para la inflación. De ahí que uno de los temas que pueblan nuestras conversaciones son los precios crecientes de las cosas. Y el vino no es ajeno. Los constantes aumentos en la góndola –que este verano recrudecieron– figuran hoy entre los temas sobre los que se habla en la industria: unos porque ciertos niveles de productos pueden amortiguarlos y otros porque tienen que correrse de segmento de precio. Y así se da una curiosa paradoja: hoy, entre los 30 y los 50 pesos se pueden conseguir perfectas joyitas.
Caída de la rentabilidad. Como todo tema estructural es de largo aliento. Pero en los últimos dos años –un poco por la inflación creciente, sumado al dólar planchado y la crisis internacional– el problema está sobre los escritorios de cualquier bodega. Sucede que en muchos mercados de exportación los crecientes costos argentinos están dejando fuera de competencia a los vinos locales. La solución que más suena en las bodegas es un cuidadoso ajuste de costos (que ya está al límite en muchos casos) seguido de una agresiva política de ventas en el mercado interno. Este año será decisivo al respecto.
Compra y venta de bodegas. Es el tema del que nadie quiere hablar, pero que ocupa buena parte de las inquietudes. El escenario 2012 arrancó en enero con la compra de NQN por parte de Fin del Mundo, como si inaugurara una nueva etapa en el pase de manos. También, con la adquisición de parte de Bodega Peñaflor de la totalidad accionaria de una bodega en Catamarca. Hay otras con cartel de venta, aunque la realidad de las operaciones aún esté verde. Estos pases de manos auguran modificaciones importantes en el mercado del vino sobre las que aún hay pocas certezas.
La vuelta al terruño. En la búsqueda de la diferenciación, las casas vinícolas redescubrieron el valor del terruño. De manera que en las conversaciones regulares sobre vino el origen de la uva gana terreno. Lo interesante –digamos, a lo que hay que prestarle atención– es que todavía existe un vacío de información sobre las principales diferencias entre los terruños nacionales. Eso sí, se están produciendo nuevos contenidos al respecto.
Alternativas al Malbec. Viejo tema con nuevas aristas, la pregunta sobre la monovarietalización de Argentina este año gana nuevo terreno. Principalmente porque algunas casas se lanzaron a la elaboración de Cabernet o de blends con la misma energía con que desarrollaron el Malbec. Y esta vendimia –cuya cosecha de tintos está arrancando- será clave sobre este asunto: más jugadores se sumaron a esta apertura de horizontes, aunque también se habla de regionalización del Malbec y de diferenciación de estilos. Habrá que ver.
Estilos de producto. El concepto de estilo finalmente se ha colado en las conversaciones vínicas. Hace una década atrás la diferencia se jugaba entre varietales y blends. Hoy, el estilo del vino gana terreno y en el mundillo de los entendidos ya se emplea al mismo nivel de importancia que la variedad. Esto es, entre otros, si el vino es concentrado, ligero o fresco; si resulta estructurado, maderizado y con cuerpo; si son elegantes y sedosos; independientemente del varietal que se elija beber.
Esta nota fue pulicada en La Mañana de Neuquén el día 4 de marzo de 2012.
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