14 de enero de 2012

El sacacorchos es la herramienta perfecta

¿Qué sería de nosotros sin un buen sacacorchos? Pero: ¿qué sabemos de esta herramienta? Breve historia del tirabuzón más preciado y algunos consejos para comprar el más útil.



Mucho se discute sobre corchos naturales, sintéticos y tapa a rosca, pero poco y nada se escucha por ahí acerca del sacacorchos. Y si algo nos ha quedado claro a quienes lo hemos olvidado cuando vamos de excursión, y estamos a kilómetros del pueblo más cercano y un corcho nos separa de la felicidad, es que esta máquina simple y maravillosa merece toda nuestra atención.

De esto ya se dieron cuenta nuestros antepasados. Y si bien no está claro quién o quiénes dieron con los el tornillo de Arquímedes como solución al corcho, algunas partes de la cronología sobre la invención del sacacorchos resultan bastante claras.
 
De partida, fue hacia el siglo XVI que el corcho volvió a emplearse como tapón para el vino. En el mundo antiguo ya se empleaba en ánforas, que por el tamaño del pico eran fáciles de remover y a lo sumo se usaba una barreta. Sin embargo, la difusión de la botella moderna supuso un nuevo camino en su historia.

 
Una estrecha relación
Sucedió a mediados del siglo XVIII cuando los ingleses inventaron la fabricación de botellas en serie. Recién entonces el pico se estiró hasta forma un cuello delgado en el que el corcho encontró un lugar perfecto para ajustarse. Pero tanto se ajustó, que se planteó un nuevo interrogante: cómo sacarlo fácilmente.
 
Ahí se dio el segundo gran adelanto en la invención del sacacorchos: los soldados –quienes, sino- descubrieron que el gusano de hierro que empleaban para limpiar el caño de sus mosquetes servía también para extraer los malditos corchos cuando quedaban atorados. Y como la sed es una fuerza incontrolable, pronto el ingenio hirvió buscando una solución que no implicara tener un arma.
 
Fue en 1795 cuando el reverendo inglés Samuel Henshall patentó el primer sacacorchos en forma de “T”, con un tornillo de acero como extractor. Siete años más tarde, el ingeniero inglés Edward Thomason daba con una solución clave: al añadirle un tope al tornillo, obligaba al corcho a girar y despegarse dentro del pico. Su invento marcó el inicio de una carrera por crear el mejor y más práctico sacacorchos.


Viejos modelos de sacacorchos. Vistos aquí.

Cerebros al descorche
En los próximos 100 años de historia el ingenio por saciar la sed no se detuvo: sólo en Inglaterra se patentaron 350 sacacorchos nuevos, mientras que en Estados Unidos se registraron otros 250 y Francia aportó otros tantos. Con todo, las diferencias fundamentales entre sí son pocas:
 
a)    Sacacorchos tipo Auger: el gusano semeja a una escalera caracol, como un típico tornillo rosca-chapa, en el que la punta está en el centro mismo del espiral; requieren menor fuerza para introducirse, pero tienden a romper el corcho si no está en buen estado.
 
b)    Sacacorchos tipo hélice: se reconocen fácilmente porque la punta del espiral no está centrado y suelen construirse de forma que el gusano deja un cilindro de aire en su interior. Reclaman más cuidado para introducirlos, pero no rompen el corcho al tirar de él.
 
c)    Tipo “π” o “ah-so”: emplean dos planchuelas de acero que se introducen por los costados del corcho, al que extraen cuando se le aplica una torsión con la muñeca. A favor, son seguros, no tienen punta y resultan ideales para corchos viejos; en contra, las planchuelas suelen romperse con el uso y requieren pericia.


A estos tres métodos básicos le sumaron todo tipo de multiplicadores de fuerza y palancas. Los mozos, por ejemplo, emplean uno cuya palanca simple -con un punto de apoyo, mejor todavía si es articulado- es muy efectivas y convierte al sacacorchos en un portable. En cambio, muchos hogares usan los sacacorchos de doble palanca, prácticos pero incómodos de cargar. O los de torque, que se clavan hasta activar –en el mismo sentido de la rotación- otra rosca que eleva el corcho.
 
Y a pesar de las innumerables patentes el ingenio humano no descansa. En 1976 un texano patentó Screwpull, un tipo singular de extractor de corchos que, empleando un ángulo especial de hélice y teflón para hacerla resbaladiza, extrae el corcho haciéndolo subir por el mismo espiral. Todo un hallazgo, que se completa con el sacacorchos neumático (apenas más moderno), en el que una aguja inyecta gas dentro de la botella y saca el tapón por la presión interna.

Esta nota será publicada en La Mañana de Neuquén el 15 de enero de 2012.

3 comentarios:

DrM! dijo...

Y también está el último recurso, el del cuchillo y tenedor cuando el encargado de llevar el sacacorchos a un campamento se lo olvida :D

O más moderno, como vi en un video de internet, con un zapato :S

Joaquin Hidalgo dijo...

Ahora, DrM!

no me va a decir que olvidar el sacacorchos y descubrirlo cuando ya se está muy lejos como para ir a buscarlo no es una de las situaciones más angustiantes que tiene el vino. Es verdad, con un zapato, con un golpe, un tenedor y hasta con la punta del cuchillo se puede zafar. Pero nada, absolutamente nada, supera en eficacia al sacacorchos.

Salú!

DrM! dijo...

Jamás! el sacacorchos creo que debió inventarse antes que el tenedor y la cuchara. No me voy a poner a investigar mucho, pero las manos siempre sirvieron para juntar comida, en cambio destapar un corcho debe haber vuelto loco a más de un antepasado.
No sé que esperan las empresas para agregar un sacacorcho al estilo navaja suiza en los celulares a fin de llevarlo siempre encima :D