1 de enero de 2012

De qué hablamos cuando hablamos de vino

Para acompañar comidas, para reforzar el estatus, para hablar de placeres, buena vida y como hobby de aficionados. Pocos consumos adquieren la complejidad del vino.

En los últimos años el vino ha ocupado cada vez más un lugar destacado en las conversaciones. Algunas veces son charlas obvias, otras menos. Lo cierto es que el vino resulta un tópico sobre el que se habla: en una cena, en un almuerzo o simplemente frente a la góndola del súper, el club o una reunión de amigo. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de vinos?

Hablamos de una bebida, claro, es el tópico más obvio, pero de una tan especial que se sostiene como tema en sí mismo, en forma de publicaciones, programas o simplemente charlas de amigos. Y eso, porque es la más completa y curiosa de las bebidas: conocer sobre ella puede ser también un hobby.

Hablamos de sabores, es verdad, porque tintos y blancos huelen y saben a cosas diferentes: a las ciruelas de la infancia o al maracuyá de los viajes a Brasil de la juventud. Pero también de la acidez filosa de ciertos vinos, que hielan tanto como algunas las palabras.

Hablamos de un negocio, evidentemente, porque detrás de una botella hay una industria que mueve 14 mil millones de pesos al año, genera 113 mil puestos de trabajo en forma directa y que le da proyección a la Argentina en el mundo con un producto de origen, que es motivo de orgullo.

Hablamos de status, más que nada, porque a diferencia de la cerveza, el vino es la bebida elegida por quienes tienen algún recurso para darse gustos. Y entre esos grupos, está claro que se consumen cosas diferentes: la gente que tiene mucho dinero puede probar botellas de 300 o 1000 pesos la unidad. Al resto, le viene bien las que están entre 15 y 50 pesos, que ya tienen sabores diferentes para ofrecer.

Hablamos de estilo de vida, ya que no es lo mismo conocer qué comida va mejor con qué vino que ir a las combinación gruesas o voluntarias. No caben dudas que en materia de combinación de sabores todo se puede, pero quien haya probado ostras con champagne o quesos con vinos blancos, sabe de lo que hablamos.

Hablamos de embriaguez, aunque no siempre, porque sabemos que una copa sienta bien, entre dos y tres encienden la chispa del humor y la seducción, y que más de cuatro son la promesa segura de una siesta profunda. Pero en cualquier caso, en una conversación, la embriaguez es comentada sólo cuando fue una chispa de alegría o un combazo con modorra.

Hablamos de compartir, siempre, ya que una botella es mucho vino para una sola persona. Y porque además suele beberse con las comidas, de forma que nunca se está solo con la botella. El whisky, en cambio, sí es bebida de solitarios.

Hablamos de puntajes, especialmente en los últimos años, en los que un buen vino podía salir de la boca de un catador como un pequeño eructo contable: 92 puntos,  89 puntos, 98 puntos. En fin, que tanta gracia se puede resumir también en una nota.

Hablamos de tecnicismos, aunque ya va cayendo en desuso, cuando por ejemplo queremos saber cuánto tiempo de roble tiene un vino, si hizo o no fermentación maloláctica, si la uva fue cultivada en parral o en espaldero. Como si acaso uno le preguntara al carnicero la biografía del bife ancho. Y si esto es así, es porque el conocimiento de vinos prestigia.

Hablamos de botellas, es decir, de una u otra que tomamos en determinados momentos: con los hijos, con los abuelos, los amigos, la cena de negocio, para cada una de estas reuniones hay una o varias marcas. Pero sobre todo, hablamos de botellas porque los grandes vinos evolucionan en solitario y se depegan del gusto de sus pares hasta hacerse singulares.

Hablamos de liberación, casi siempre, porque elegir darse un gusto es, al fin y al cabo, sentirse un poco más vivos. Todos sabemos que no es lo mismo beber de oficio lo que haya en casa, que elegir una botella que hemos madurado en el deseo hasta convertirla en una realidad. Encontrar lo que se busca es liberarse de una carga, siempre.

Hablamos de cultura, claro, en el sentido más amplio: de un producto hecho por el hombre y para el hombre, que tiene sofisticados detalles de origen y rocambolescas formas de decirse, pero que también es tan accesible como la amistad, tan cordial como una buena charla y más expresivo que muchos sentimientos.

Esta nota fue publicada en La Mañana de Neuquén el sábado 31 de diciembre de 2011.

2 comentarios:

Gastón Ayerbe dijo...

Realmente el vino es una de las pocas bebidas y/o productos que da para todo eso.
Feliz año
Gastón Ayerbe
www.vinosdeayerbe.com.ar

Editores Entre Copas y Corchos dijo...

Hola,
Estupenda nota. El vino es de las pocas bebidas que tienen todos esos tópicos alrededor.
Excelente año, mucho éxito.
Dr. Salsa
www.vinustripudium.com